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lunes, 11 de enero de 2010

BAYER, Osvaldo: Matar la poesía

Al salir de Europa algún fantasma nos espía. Es la sensación de la guerra. Todos estamos seguros de ella y sin embargo la esperanza trata de ahogar completamente al miedo. En el aeropuerto de Francfort encuentro el libro Dime que me amas, las cartas de amor de Marlene Dietrich y Erich Maria Remarque. No puede ser, me digo, no puede ser, me doy cuenta que no voy a dormir en el viaje. Que voy a estar despierto lleno de melancolías y esperanzas. Los dos más grandes pacifistas de mi niñez; ella, desafiando a todos los nazis. Él, el autor del libro antibélico por excelencia, Sin novedad en el frente. La historia de un estudiante enviado al frente. Donde es testigo de todo lo horrible, de la ferocidad y la estupidez de lo militar. Ese estudiante morirá en los últimos días de la guerra. El autor escribirá sencillamente: “Cayó muerto en octubre de 1918, en un día en que el frente se mostraba tranquilo y sin movimiento. Tanto es así que el comunicado oficial del comando del ejército sólo decía: ‘Sin novedad en el frente”. Las lágrimas de niño. El sollozar con voz ronca de pura impotencia, dolor, rabia.
Los dos enamorados hicieron sólo dos cosas maravillosas en su vida: el escritor, ese libro Sin novedad en el frente, a quien Hitler lo denominó el peor de los escritos en alemán y lo hizo quemar en plaza pública, mientras Erich Maria Remarque, el tímido, debió exiliarse en el exterior. Y Marlene Dietrich fue protagonista de esa película inolvidable para todos, El ángel azul. Se supo que Hitler la denominó su actriz preferida y sin embargo ella se quedó en Estados Unidos, aun sabiendo que ahí se acababa su vocación de berlinesa bien rea. Los dos, el escritor talentoso y tímido y Marlene, la amada por todos, se encontraron en Europa, se amaron hasta el delirio, se enviaron cartas que hoy siempre siguen siendo verdaderos poemas. Ella firmaba sus cartas con el seudónimo “El puma”. Y él la denominaba siempre así, “mi puma”. En las noches del encuentro, el puma se devoraba por entero al tímido y sensible escritor. Mientras duró la amistad celestial entre los dos, el puma tuvo nueve amantes, todos actores y actrices de primera línea. Pero él, cuando se encontraba con ella en los lugares más inverosímiles, recibía ojos de poeta enamorado y moría devorado. Todo lo que escribió después Erich Maria Remarque no puede ni compararse con la épica de Sin novedad en el frente. Todo lo que filmó Marlene Dietrich en Estados Unidos sirvió sólo para ser olvidado. Salvo sus canciones. Cuando cantaba en reo berlinés, los espectadores hombres dejaban de hablar con sus mujeres y se divorciaban. A los dos seres del arte siempre los unía la paz entre los pueblos y el antirracismo. Leer Sin novedad en el frente y escuchar a Marlene en “Dime dónde están las flores”, a todo ser sensible lo conmueve y lo mueve a creer en la paz y el abrazo entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Hoy, con la guerra de Bush y la cobardía de los bufones gratuitos, cuentan más que nunca los versos de la canción de Marlene cuando al final de la última guerra cantaba con una tristeza llena de enorme melancolía y sed de justicia a los jóvenes que marcharon a la guerra y fueron despedidos con flores por emocionadas muchachas:
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Dime dónde están las flores,
dónde finalmente quedaron.
Dime dónde están las flores,
dime lo que sucedió.
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Dime dónde están las flores
que las jóvenes cortaron tan rápido.
¿Cuándo podremos comprenderlo?
¿Cuándo podremos comprenderlo?
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Dime dónde quedaron las jóvenes,
sí, dónde quedaron.
Dime dónde están las jóvenes,
¿qué es lo que sucedió?
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Dime dónde están las flores.
Los hombres las recogieron rápido.
¿Cuándo lo podremos comprender?
¿Cuándo lo podremos comprender?
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Dime, ¿dónde están los hombres?
¿Por qué no regresaron?
¿Dime qué es lo que sucedió?
¿Dime qué es lo que pasó?
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Dime dónde están los hombres
que partieron cuando comenzó la guerra.
¿Cuándo podremos comprenderlo?
¿Cuándo podremos comprenderlo?
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Dime dónde están los soldados,
dime lo que les sucedió.
Dime dónde quedaron.
Dime dónde quedaron.
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Dime dónde han quedado,
dónde el viento sopla en sus tumbas.
¿Cuándo podremos comprenderlo?
¿Cuándo podremos comprenderlo?
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Dime dónde están las tumbas,
dime dónde quedaron.
Dime lo que sucedió.
Dime lo que les sucedió.
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Dime qué pasa en verano
cuando la brisa mece las flores.
¿Cuándo podremos comprender?
¿Cuándo podremos comprender?
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La voz se pierde, como un poema que no tiene fin. Ya marchan nuevos soldados. Ojalá que a ellos no les cante nadie. Ni haya mujeres jóvenes que les entreguen flores. Ellos van a matar. A matar las flores, la vida. ¿Dime, cuándo podremos comprender? ¿Por qué el hombre mata, quiere matar, le pagan por matar y sigue matando? Dime, ¿cuándo podremos comprender?
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Texto publicado en Página 12 el 1º de marzo de 2003
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(Argentina, 1927)
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1 comentario:

Soledad Arrieta dijo...

Casualmente estoy leyendo casi compulsivamente a Bayer debido a una interesante coleeción que ha salido de él. Que grande el tipo, lo admiro muchísimo.