ESTE BLOG PERJUDICA SERIAMENTE A LA IGNORANCIA

SI QUIEREN GASTAR MENOS EN CÁRCELES, INVIERTAN MÁS EN EDUCACIÓN

viernes, 30 de agosto de 2013

BIRMAJER, Marcelo: Las relaciones peligrosas



Una cierva se enamoró de un tigre. Temía acercarse a su amado, eficaz cazador. Cierta tarde, decidida a morir devorada antes que de amor, oculta tras unas ramas, dijo a su amado enemigo:
—Oh, tigre, te amo. Dame una oportunidad. Mírame y permíteme escapar si no te agrado.
—Bueno —aceptó el tigre, que ya había comido.
Atravesó las ramas tras las que se ocultaba la cierva, permaneció mirándola durante un largo rato. Luego la cierva propuso casamiento y el tigre aceptó.
En la fiesta de enlace, cuando los ciervos hubieron bailado y bebido (lo tigres no fueron, pues desaprobaban la boda), el tigre se lanzó sobre los amigos y familiares de su reciente esposa, y comenzó a devorarlos uno por uno sin dificultades.
—¿Que haces? —gritó desesperada la cierva cuando ya quedaban pocos de los suyos.
—Si te enamoras de tu enemigo —dijo el tigre—, ten al menos la fidelidad de abandonar a tus amigos.


(Argentina, 1966)

martes, 27 de agosto de 2013

RODARI, Gianni: Un señor maduro con una oreja verde



Un día, en el expreso Soria-Monteverde, 
vi subir a un hombre con una oreja verde. 

Ya joven no era, sino maduro parecía, 
salvo la oreja, que verde seguía. 

Me cambié de sitio para estar a su lado 
y observar el fenómeno bien mirado. 

Le dije: Señor, usted tiene ya cierta edad; 
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad? 

Me contestó amablemente: Yo ya soy persona vieja, 
pues de joven solo tengo esta oreja. 

Es una oreja de niño que me sirve para oír 
cosas que los adultos nunca se paran a sentir: 

oigo lo que los árboles dicen, lo que los pájaros cantan, 
las piedras, los ríos y las nubes que pasan. 

Así habló el señor de la oreja verde 
aquel día, en el expreso Soria-Monteverde.


(Italia, 1920/1980)

Escritor, pedagogo y periodista italiano, especializado en literatura infantil y juvenil.

domingo, 18 de agosto de 2013

ANDERSON IMBERT, Enrique: La muerte


La automovilista (negro el vestido, negro el pelo, negros los ojos pero con la cara tan pálida que a pesar del mediodía parecía que en su tez se hubiese detenido un relámpago) la automovilista vio en el camino a una muchacha que hacía señas para que parara. Paró. 
-¿Me llevas? Hasta el pueblo no más -dijo la muchacha. 
-Sube -dijo la automovilista. Y el auto arrancó a toda velocidad por el camino que bordeaba la montaña. 
-Muchas gracias -dijo la muchacha con un gracioso mohín- pero ¿no tienes miedo de levantar por el camino a personas desconocidas? Podrían hacerte daño. ¡Esto está tan desierto! 
-No, no tengo miedo. 
-¿Y si levantaras a alguien que te atraca? 
-No tengo miedo. 
-¿Y si te matan? 
-No tengo miedo. 
-¿No? Permíteme presentarme -dijo entonces la muchacha, que tenía los ojos grandes, límpidos, imaginativos y enseguida, conteniendo la risa, fingió una voz cavernosa-. Soy la Muerte, la M-u-e-r-t-e. 
La automovilista sonrió misteriosamente. 
En la próxima curva el auto se desbarrancó. La muchacha quedó muerta entre las piedras. La automovilista siguió a pie y al llegar a un cactus desapareció.

(Argentina, 1910/2000)

viernes, 9 de agosto de 2013

BACH, Richard: Ningún lugar está lejos


¡Rae!:
¡Gracias por invitarme a tu fiesta de cumpleaños! Tu casa está a miles de kilómetros de la mía, y viajo sólo si tengo una buena razón... Una fiesta para Rae es la mejor razón y ansío estar contigo.
Inicié mi viaje en el corazón del colibrí al que tú y yo conocimos tiempo atrás. Fue tan cordial como siempre, pero cuando le dije que la pequeña Rae estaba creciendo y que yo iba a su fiesta de cumpleaños con un regalo, quedó perplejo. Volamos largo rato en silencio; por fin él dijo:
"Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que vayas a la fiesta".
"Por supuesto que voy a la fiesta", respondí. "¿Acaso es tan difícil de entender?"
Calló y cuando llegamos al hogar del búho, dijo:
"¿Es que los kilómetros pueden separarnos verdaderamente de los amigos? Si quieres estar con Rae, ¿no estás ya allí?"
   
"La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo", dije al búho.
Tuve una extraña sensación al decir voy de esa manera, después de hablar con el colibrí, pero lo dije así para que el búho comprendiese. También él voló en silencio largo rato. Fue un silencio amistoso, pero cuando me depositaba a salvo en el hogar del águila, dijo:
"Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que llames pequeña a tu amiga".
"Por supuesto que es pequeña", respondí, "porque no ha crecido. ¿Acaso es tan difícil de entender?"
El búho me miró con sus profundos ojos ambarinos, sonrió y dijo:
"Piénsalo".


"La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo", dije al águila.
Tuve una extraña sensación al decir voy y pequeña después de hablar con el colibrí y el búho, pero lo dije así para que el águila comprendiese. Juntos volamos sobre las colinas y remontamos los vientos montañeses. Por fin dijo:
"Entiendo muy poco lo que dices, pero lo que menos entiendo es la palabra cumpleaños"
"Por supuesto, cumpleaños", respondí. "Vamos a celebrar la hora en que empezó Rae, y antes de la cual ella no era. ¿Acaso eso es tan difícil de entender?"
El águila curvó sus alas diestramente y aterrizó con soltura, posándose en la arena del desierto.
"¿Un tiempo antes de que empezara la vida de Rae? ¿No te parece más bien que es la vida de Rae la que empezó antes de que existiera el tiempo?"


"La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo", dije al halcón.
Tuve una extraña sensación al decir voy y pequeña y cumpleaños después de hablar con el colibrí y el búho y el águila, pero lo dije así para que el halcón comprendiese. Debajo de nosotros, a lo lejos, se derramaba el desierto, y al fin dijo:
"Mira, entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es crecer".
"Por supuesto, crecer", respondí. "Rae está más cerca de ser adulta, un año más lejos de ser una niña. ¿Acaso eso es tan difícil de entender?"
El halcón aterrizó por fin en una playa desolada.
"¿Un año más lejos de ser una niña? ¿Eso no suena como crecer?"
Y elevándose en el aire, partió.
  

Yo sabía que la gaviota era muy sabia. Mientras volaba con ella pensé con sumo cuidado y elegí las palabras de modo que, cuando hablara, ella supiese que yo estaba aprendiendo.
"Gaviota", dije por fin, "¿por qué vuelas conmigo a ver a Rae, cuando en verdad sabes que ya estoy con ella?"
La gaviota descendió sobre el mar, sobre las colinas, sobre las calles y suavemente aterrizó en tu azotea.
"Porque lo importante", dijo, "es que tú sepas esa verdad. Hasta que la sepas, hasta que verdaderamente la comprendas puedes mostrarla sólo de maneras más pequeñas, y con ayuda externa de máquinas y personas y aves. Pero recuerda", agregó, "que el ser desconocida no impide que la verdad sea verdadera". Y partió.

  
Ahora es tiempo de abrir tu regalo. Los obsequios de latón y de vidrio se gastan en un día y desaparecen.
Pero yo tengo un regalo mejor para ti. Es un anillo para que lo uses. Centellea con una luz especial y nadie puede quitártelo; no se lo puede destruir. Eres la única en el mundo entero que puede ver el anillo que hoy te entrego, tal como yo fui el único que pude verlo cuando era mío.
Tu anillo te otorga un nuevo poder. Usándolo puedes elevarte en las alas de todas las aves que vuelan... Puedes ver a través de sus dorados ojos, puedes tocar el viento que sopla por entre sus aterciopeladas alas, puedes conocer el júbilo de llegar muy alto sobre el mundo y todas sus preocupaciones. Puedes permanecer cuanto quieras en el cielo, después de la noche, durante la salida del sol, y cuando tengas ganas de bajar, otra vez tus preguntas tendrán respuestas y tus angustias habrán desaparecido.
Como cualquier cosa que no se puede tocar con las manos ni ver con los ojos, tu regalo se torna más poderoso a medida que lo usas. Al principio podrás usarlo solamente cuando estés en el aire libre, observando al pájaro con el que vuelas. Pero más tarde, si lo usas bien, funcionará con aves a las que no puedes ver, y al final comprobarás que no necesitas anillo ni pájaro para volar sola sobre el silencio de las nubes.
Y cuando ese día te llegue, debes dar tu regalo a alguien que sepas que lo usará bien, y que pueda aprender que las únicas cosas que importan están hechas de verdad y alegría y no de latón y vidrio.
Rae: esta es la última fiesta que celebraré contigo, después de haber aprendido lo que me enseñaron nuestros amigos, los pájaros.
No puedo ir a estar contigo porque ya estoy allí.
No eres pequeña porque ya has crecido, jugando entre los momentos de tu vida como lo hacemos todos, por la diversión de vivir.
No tienes cumpleaños porque siempre has vivido; jamás naciste y nunca morirás. No eres hija de las personas a quienes llamas madre y padre, sino su compañera de aventuras en una luminosa jornada para comprender las cosas que existen.
Cada regalo de un amigo es un deseo de felicidad, como este anillo lo es para ti.
Vuela libre y dichosa más allá de los cumpleaños y a través de la eternidad, y nos encontraremos alguna que otra vez cuando lo deseemos, en medio de la única celebración que jamás puede terminar.

 RICHARD BACH
(EE.UU, 1936)