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miércoles, 25 de octubre de 2006

BORGES, Jorge Luis: Fragmentos de un evangelio apócrifo


3. Desdichado el pobre de espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.

4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.

5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.

6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.

7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.

9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.

10. Bienaventurados los que no tiene hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.

11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.

12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.

13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.

14. Nadie es la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.

15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.

17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa.

18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.

19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.

20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.

24. No exageres el culto de la verdad: no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.

25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.

26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.

27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.

28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.

29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.

30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del tedio.

31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.

32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.

33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.

34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar.

39. La puerta es la que elige, no el hombre.

40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.

41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…

47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.

48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.

49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque estas darán luz a sus días.

50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

51. Felices los felices.

Jorge Luis Borges
(Argentina, 1899/Suiza, 1986)



sábado, 14 de octubre de 2006

ANÓNIMO: La amistad efímera (poema azteca)


Amigo mío, amigo mío,
sin duda verdadero amigo,
por mandato de dios nos amamos:
ojalá pereciéramos embriagados por nuestras flores.
No se aflijan vuestros corazones, amigos míos.
Como yo lo sé, también ellos lo saben.
Una sola vez se va nuestra vida.
En un día nos vamos, en una noche
baja uno a la región del misterio.
Aquí solo venimos a conocernos,
solo estamos de paso en la tierra.
En paz y placer pasemos la vida, venid y gocemos,
que no lo hagan los que viven airados: ¡la tierra es muy ancha!
¡Ojalá se viviera siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!
En tanto, vivimos con el alma rota,
aquí nos acechan y nos espían,
pero aun desdichados, con el alma herida,
no hay que vivir en vano.
¡Ojalá se viviera siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!

Anónimo (poema azteca)

ANÓNIMO: Y todo fue destruido (poema azteca)


Todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con suerte lamentosa nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si hubiéramos bebido agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
En los escudos fue su resguardo:
¡pero ni con los escudos puede ser sostenida su soledad!
Hemos comido pelos de eritrina,
hemos masticado grama salitrosa,
piedras de adobe, ratones, tierra en polvo, gusanos.
Todo esto pasó con nosotros.

viernes, 13 de octubre de 2006

BENEDETTI, Mario: Los formales y el frío


Quién iba a prever que el amor, ese informal
se dedicara a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa, la de ella,
era como un augurio o una fábula
su mirada, la de él, tomaba nota
de cómo eran sus ojos, los de ella,
pero sus palabras, las de él,
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
solo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa, la de ella,
ya el frío estaba en sus labios, los de él,
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó solo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedas
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos, los de ella,
después ella besó sus labios, los de él,
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.





jueves, 12 de octubre de 2006

NERUDA, Pablo: Farewell


1

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

2

To no lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.

4

Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.)

5

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tu serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

Pablo Neruda
(Chile, 1904/1973)



miércoles, 11 de octubre de 2006

HERNÁNDEZ, Miguel: Soneto

 

Estoy perdidamente enamorado
de una mujer tan bella como ingrata;
mi corazón otra pasión no acata
y mis ojos su imagen han plasmado.

Si escudriño en mi pecho, triste creo
que otra hermosa me diera solo enojos
y si sereno miro, ante mis ojos
su figura gentil tan solo veo.

Con voz trémula la dije mi cariño;
y sarcástica y cruel exclamó: «¡Niño
conoces el amor solo de nombre!»

y desde entonces sufro lo indecible...
¿Por qué amada mujer crees imposible
en un cuerpo de niño un alma de hombre?

(España, 1910/1942)



PAYRÓ, Roberto J.: En la policía


No siempre había sido Barraba el comisario de Pago Chico; necesitose de graves acontecimientos políticos para que tan alta personalidad policial fuera a poner en vereda a los revoltosos pagochiquenses.
Antes de él, es decir, antes de que se fundara La Pampa y se formara el comité de oposición, cualquier funcionario era bueno para aquel pueblo tranquilo entre los pueblos tranquilos.
El antecesor de Barraba fue un tal Benito Páez, gran truquista, no poco aficionado al porrón y por lo demás excelente individuo, salvo la inveterada costumbre de no tener gendarmes, sino en número reducidísimo —aunque las planillas dijeran lo contrario—, para crearse honestamente un sobresueldo con las mesadas vacantes.
—¡El comisario Páez —decía Silvestre— se come diez o doce vigilantes al mes!
La tenida de truco en el Club Progreso, las carreras en la pulpería de La Polvadera, las riñas de gallos dominicales y otros quehaceres, no menos perentorios, obligaban a D. Benito Páez a frecuentes, a casi reglamentarias, ausencias de la comisaría. Y está probado que nunca hubo tanto orden ni tanta paz en Pago Chico. Todo fue ir un comisario activo con una docena de vigilantes más, para que comenzaran los escándalos y las prisiones, y para que la gente anduviera con el Jesús en la boca, pues hasta los rateros pululaban. Saquen otros las consecuencias filosóficas de este hecho experimental. Nosotros vamos al cuento aunque quizá algún lector lo haya oído ya, pues se hizo famoso en aquel tiempo, y los viejos del pago lo repiten a menudo.
Sucedió, pues, que un nuevo jefe de policía, tan entrometido como mal inspirado, resolvió conocer el manejo y la situación de los subalternos rurales y sin decir ¡agua va! destacó inspectores que fueran a escudriñar cuanto pasaba en las comisarías. Como sus colegas, D. Benito ignoró hasta último momento la sorpresa que se le preparaba, y ni dejó su truco, sus carreras y sus riñas, ni se preocupó de reforzar al personal con gendarmes de ocasión.
Cierta noche lluviosa y fría, en que Pago Chico dormía entre la sombra y el barro, sin otra luz que la de las ventanas del Club Progreso, dos hombres a caballo, envueltos en sendos ponchos, con el ala del chambergo sobre los ojos, entraron al pueblo, y se dirigieron a la plaza principal, calados por la lluvia y recibiendo las salpicaduras de los charcos. Sabido es que la Municipalidad corría pareja con la policía, y que aquellas calles eran modelo de lo intransitable.
Las dos sombras mudas siguieron avanzando, sin embargo, como dos personajes de novela caballeresca, y llegaron a la puerta de la comisaría, herméticamente cerrada. Una de ellas, la que montaba mejor caballo —y en quien el lector perspicaz habrá reconocido al inspector de marras, como habrá reconocido en la otra a su asistente—, trepó a la acera sin desmontar, dio tres fuertes golpes en el tablero de la puerta con el cabo del rebenque…
Y esperó.
Esperó un minuto, impacientado por la lluvia que arreciaba, y refunfuñando un terno volvió a golpear con mayor violencia.
Igual silencio. Nadie se asomaba, ni en el interior de la comisaría se notaba movimiento alguno.
Repitió el inspector una, dos y tres veces el llamado, condimentándolo en cada una de ellas con mayor proporción de ajos y cebollas y, por fin, allá a las cansadas, entreabriose la puerta, para verse por la rendija la llama vacilante de una vela de sebo, y a su luz un ente andrajoso y soñoliento, que miraba al inoportuno con ojos entre asombrados y dormidos, mientras abrigaba la vela en el hueco de la mano.
—¿Está el comisario? —preguntó el inspector bronco y amenazante.
El otro, humilde, tartamudeando, contestó:
—No, señor.
—¿Y el oficial?
—Tampoco, señor.
El inspector, furioso, se acomodó mejor en la montura echándose un poco para atrás y ordenando, perentoriamente:
—¡Llame al cabo de cuarto!
—¡No… no… no hay señor!
—De modo que no hay nadie aquí, ¿no?
—Sí, se… señor… Yo.
—¿Y usted es agente?
—No, señor… yo… yo soy preso.
Una carcajada del inspector acabó de asustar al pobre hombre, que temblaba de pies a cabeza.
—¿Y no hay ningún gendarme en la comisaría?
—Sí, se… señor… Está Petronilo… que lo tra… lo traí de la esquina bo… borracho ¡Sí, se… señor!… Está durmiendo en la cuadra.
Una hora después D. Benito se esforzaba en vano por dar explicaciones de su conducta al inspector, que no las aceptaba de ninguna manera. Pero afirman las malas lenguas, que cuando se limitó a dar simples explicaciones, todo quedó arreglado satisfactoriamente; y lo probaría el hecho que su sistema no sufrió modificación, y que el preso, portero y protector de agentes descarriados, siguió largos meses desempeñando sus funciones caritativas y gratuitas.

(Argentina, 1867/1928)



lunes, 9 de octubre de 2006

BENEDETTI, Mario: Enigmas


Todos tenemos un enigma
y como es lógico ignoramos
cuál es su clave su sigilo
rozamos los alrededores
coleccionamos los despojos
nos extraviamos en los ecos
y lo perdemos en el sueño
justo cuando iba a descifrarse

y vos también tenés el tuyo
un enigmita tan sencillo
que los postigos no lo ocultan
ni lo descartan los presagios
está en tus ojos y los cierras
está en tus manos y las quitas
está en tus pechos y los cubres
está en mi enigma y lo abandonas

(Uruguay, 1920/2009)



viernes, 6 de octubre de 2006

BENEDETTI, Mario: Calle de los abrazados


Columnata de árboles
o nada / sombras sobre piedras
herméticos zaguanes
o nada / hojas en el viento

la llaman calle de abrazados
no exactamente porque las parejas
se refugien allí a falta de otros
espacios de amor gratis

la llaman calle de abrazados
porque en las noches de domingo
hay dos tan sólo dos
una mujer y un hombre
desentendidos misteriosos
que se citan allí como dos náufragos
y cada náufrago se abraza
al otro cuerpo salvavidas

la llaman calle de abrazados
como tributo a un solo abrazo
desesperado recurrente
tan azorado y tan estrecho
como si fuese siempre el último

y esto a pesar de que en su isla
el hombre y la mujer ignoren
que ese destino en que se abrazan
se llama calle de abrazados.

(Uruguay, 1920/2009)



jueves, 5 de octubre de 2006

KIPLING, Rudyard: No desistas


Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
solo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes
¡pero nunca desistir!

Tras las sombras de la duda
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia
figurarte cuán cercano
pueda estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano.

Lucha, pues por más que tengas
en la brega que sufrir,
cuando todo esté peor,
más debemos insistir.

(India, 1865/Reino Unido, 1936)