¿Quién conoce la invisible vara con la que se mide la distancia que atraviesa la nostalgia a través de los años?
¿Cuál es el tiempo exacto de la vida que fue sometida a la razón de los sueños, cuando los sueños eran blancos como la espuma del arroyo?
Hay tiempos que se fueron antes de llegar, como el agua que se evapora y sube al viento para mirar de arriba a la laguna y volver a ser lluvia en otra parte, transformándose en arroyo nuevamente sin llegar a ser jamás habitante perpetuo de ese espejo horizontal, quebrajeado. de saltos y cascadas, donde el remanso absorbe al sol sin edad de adultez.
Porque al remanso el sol baja como es, inmenso, pero se baña pequeño, tan pequeño como mi asombro, porque mi asombro, mi asombro siempre fue pequeño.
Todo era factible cuando niño, nada era extraño a mi pupila, mi ignorancia terminaba justo en el instante en que volaba un ave.
Y mi padre me decía que el hombre también vuela, y más alto que las aves.
Bastaba con mirarlas y así cuando se perdían en el cielo, seguirlas con la idea, agitar la memoria de ser libres y terminar parado donde estaba pero haber volado.
Así era mi padre, un ave, un ave simple, una torcaza.
Manso en ocasiones pero con ojos de águila para medir mi paso.
Hay un viejo camino de hace un siglo, huelleado de carretas y troperos, paso obligado de todo caminante. Le llamaban el camino de los chilenos porque dicen que por ese camino se cortaba la pampa hacia los Andes. Por esa misma huella, en una orilla, la recorrió un hilo de teléfono. De ahí su nombre actual, y aunque hace muy poco tiempo sacaron postes y todo el cablerío, se sigue llamando para la gente del lugar “el camino del hilo”.
A ese camino lo cruza el sauce corto, un arroyo tranquilo y solitario. Él supo ser amigo de los hombres cuando la pesca no era por deporte, y era cuestión de alzar lo que saliera, bagres, dientudos, anguilas y a veces con mucha suerte alguna nutria.
Mientras se dejaba el anguillero, salir a peludear o hacer lazitos con piolín y palito por si caía alguna liebre medio zonza.
Yo recuerdo las noche con fueguito alimentado a cardo y leña de vaca, al reparo de la barranca. Eso si no venía muy crecido, porque sino había que hacer nido entre las pajas bravas y a veces las heladas eran fuertes y uno se calentaba zapateando y dándole tupido a la yerbiada.
Esto, que parece un simple recuerdo, o una tristeza, o una nostalgia, es todo lo contrario, es mi gran recuerdo porque gracias a él puedo ser niño cuando quiero con toda la vejez que llevo encima. No es una nostalgia porque está en flor y me perfuma el alma, aunque nunca supe dónde la tengo; y no es una tristeza, porque tristeza sería haberla olvidado y tener en el corazón un espacio en blanco y en mi boca una frase ausente. Y sí, es mi alegría, porque siento la vida que me duele, porque rezo tranquilo sin bochorno, porque estoy parado en el espacio que me toca vivir del universo. Algún día mediré mis soledades, por medirlas nomás. Solo por eso...
Arroyito del sauce que pasa,
como una torcaza de gris y de azul
Arroyito que va a la laguna,
llevando una luna de cristal y tul.
Arroyito del sauce que fuiste aventura de humilde niñez
En el agua que lleva tu cauce hoy charlé con mi viejo otra vez.
Arroyito, piolín y mojarra, ¿dónde está tu remanso de ayer?
Como el agua que lleva tu cauce, soy torcaza que no ha de volver.
Cuánto sol que gasté en mi locura
por medir la anchura de tu soledad.
Arroyito del sauce algún día
mediré la mía por gusto nomás.
Arroyito del sauce que fuiste aventura de humilde niñez
En el agua que hoy lleva tu cauce, hoy charlé con mi viejo otra vez.
Arroyito,piolín y mojarra, ¿dónde está tu remanso de ayer?
Como el agua que hoy lleva tu cauce soy torcaza que no ha de volver.
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