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viernes, 8 de octubre de 2010

LINK, Daniel: 12 de octubre de 1976

Como tantos otros, me di cuenta tarde del golpe. En marzo de 1976 yo tenía 16 años, empezaba quinto año de la escuela secundaria y era secretario general del Centro de Estudiantes (cuyo presidente era José Luis López Ibáñez, actual funcionario de Turismo –creo– en el disoluto o inexistente Gobierno nacional) y creía que el golpe de Estado era uno más de la larga lista de sublevaciones militares que habían acompañado mi infancia (“Me acuesto con Illía –así acentuado–, me levanto con Onganía”, era un versito que había aprendido de mi abuela). Ese año nos tocó organizar el acto del Día de la Raza. Yo fui designado para hacer el guión de esa pieza con la cual nos despediríamos del colegio. Entre los textos que se leyeron, había fragmentos del Canto general y de Confieso que he vivido de Pablo Neruda. Entre las canciones que tocaron y cantaron mis amigos músicos de entonces, incluimos ese fragmento de la Cantata Sudamericana que dice: “Otra emancipación, otra emancipación/ les digo yo/ les digo que hay que conquistar/ y entonces sí/ y entonces sí mi continente acunará/ una felicidad, una felicidad/ con esta gente chica como usted y como yo”. La profesora de Historia, la Sra. Silveyra, y otras esposas de coroneles y capitanes responsables de nuestra educación abandonaron el salón de actos de inmediato (lo que, a nuestro juicio, fue un insulto a la bandera de ceremonias). La profesora de Literatura, a quien secretamente yo le dedicaba mis estúpidos poemas de entonces, me convocó para decirme que todos los que habíamos participado de esa conmemoración corríamos, entre otros riesgos, el de ser expulsados del colegio. Nos habíamos transformado en “rojos” que hacían “propaganda subversiva”, no ya por los textos y canciones que elegimos, sino también por el uso del color del telón del teatro de mi colegio. Entonces me di cuenta de que algo más grave que Lanusse estaba sucediendo. Yo era buen alumno y mi beligerancia política se había canalizado hasta entonces en el reclamo de más papel higiénico en los baños y cosas por el estilo. No entendía lo que pasaba. Tampoco entendía lo que pasaba en mi familia, angustiada y dividida por la desaparición de mi primo Fernando Rizzo, con cuyos libros, que le compré años antes a precio de saldo, había armado mi primera biblioteca. Ese 12 de octubre, mis amigos y yo empezamos a entender lo que había pasado, yo empecé a entender lo que significaban los enloquecidos viajes de mi tía a los cuarteles y las cárceles de todo el país tratando de encontrar sin suerte a su hijo, y lentamente nos fue dominando la tristeza de una pseudo-vida vivida a escondidas y el horror de la realidad, que empezaba a atravesarnos. O mejor dicho: nosotros, que abandonábamos el colegio, empezábamos a circular a través de una realidad horrible con la tristeza del testigo de algo de lo que nunca podrá hablar con dignidad.
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Daniel Link nació en la ciudad de Buenos Aires en 1959, es catedrático y escritor. Dicta cursos de Literatura del Siglo XX en la Universidad de Buenos Aires. Ha editado la obra de Rodolfo Walsh (El violento oficio de escribir, Ese hombre y otros papeles personales) y publicado, entre otros, los libros de ensayo La chancha con cadenas, Cómo se lee (traducido al portugués), Clases. Literatura y disidencia y Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes; las novelas Los años noventa, La ansiedad y Montserrat; las recopilaciones poéticas La clausura de febrero y otros poemas malos y Campo intelectual y otros poemas, y su Teatro completo. Es miembro de la Associação Brasileira de Literatura Comparada (Abralic) y de la Latin American Studies Association (LASA). En 2004 recibió la Beca Guggenheim.
En 2007 estrenó su primera obra de teatro, El amor en los tiempos del dengue.
Su obra ha sido parcialmente traducida al portugués, al inglés, al alemán y al italiano.

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