ESTE BLOG PERJUDICA SERIAMENTE A LA IGNORANCIA

SI QUIEREN GASTAR MENOS EN CÁRCELES, INVIERTAN MÁS EN EDUCACIÓN

martes, 29 de mayo de 2018

BALMACEDA, Daniel: Palabras armadas



El lenguaje de los guerreros es uno de los que más ha aportado a la creación de palabras, no solo en el castellano sino en la mayoría de los idiomas. En el vocabulario cotidiano hallaremos decenas de términos que provienen de las fortalezas, los cuarteles y los campos de batalla.
Armario era el mueble donde se guardaban las armas. Hacia allí corrían todos cuando se daba la voz de “¡Al arma!”, que derivó en las alarmas. Pelear, por su parte, tiene un origen sencillo y a la vez entretenido: era luchar tomándose de los pelos. Batir significa golpear, como lo muestra el poeta Rafael Obligado en sus versos dedicados al Tambor de Tacuarí:

Bate el parche un pequeñuelo
que da saltos de arlequín,
que se ríe a carcajadas
si revienta algún fusil,
porque es niño como todos,
el Tambor de Tacuarí.

La palabra se originó en el latín battuere (golpear). A ella le debemos —además de batir— batería (conjunto de piezas de artillería), batalla, batahola y batallón. Un combate es precisamente eso: com battere (pelear juntos). Duelo fue el enfrentamiento entre dos, es decir entre un dúo. Lance era el combate con lanzas. Es fácil advertir que el verbo lanzar surgió de “arrojar la lanza”. Tomemos dos sinónimos de lanza: por un lado, pica (con su punta para picar, popularizada en la baraja francesa) ha dado el diminutivo piqueta, la herramienta utilizada sobre todo en las minas. El otro sinónimo es asta. Hoy relacionamos el asta con el mástil de la bandera. Pero también la tenemos presente en otros impensados rincones del vocabulario. Cuando decimos astilla estamos refiriéndonos a un asta pequeña. Los galpones donde se fabricaban las embarcaciones de madera quedaban llenos de astillas: pasaron a ser conocidos como astilleros.
El asta tiene más parientes. Los romanos la clavaban con un estandarte distintivo para señalar el lugar donde estaba la propiedad o los objetos que iban a rematarse. Lo que se hallaba debajo de la lanza (es decir, sub-asta) se ofrecía al mejor postor. De los tiempos en que se abordaban fortificaciones viene el ataque por asalto, que era aquel que se hacía trepando los muros, saltando por encima de ellos, es decir mediante el sistema denominado a-salto.
La transición entre las armas clásicas y las de fuego, incluyendo su conjunción en la bayoneta, no fue de corta duración. Al respecto, podemos decir que los arcabuces comenzaron a ser tomados muy en serio a partir de la batalla de La Bicocca —al oeste de Milán— que protagonizaron las fuerzas de la corona española con las del reino francés (y sus respectivos aliados) el 27 de abril de 1522. Las bajas de los piqueros suizos debidas a la puntería de los arcabuceros españoles de Carlos V definieron el pleito de inmediato. Hoy llamamos bicoca al objeto de cierto valor que obtenemos sin demasiado esfuerzo.

DANIEL BALMACEDA
(Argentina, 1962)

sábado, 19 de mayo de 2018

MASÍN, Claudia: Potrillo



Cada uno carga su familia como los mendigos sus bolsas raídas,
esas cosas que ya no sirven para nada,
pero no se pueden abandonar: son parte del propio cuerpo,
del camino recorrido. Es difícil soltar lo que nos ha acompañado
tanto tiempo, aunque lastime y agobie, y la espalda se incline
bajo el peso. Como si fuéramos la muesca diminuta
sobre el arma que alguien disparó en un pasado remoto,
en una tierra desconocida decidieron por nosotros, antes
de que naciéramos, hasta los muertos a los que tendríamos que llorar.
Pero si nos acompaña una multitud a cada paso, pienso,
el aislamiento no resuelve nada. Ni construir una cabaña
con las propias manos en el monte impenetrable,
darle la espalda al mundo y a los demás, volverse un paria
que ha rechazado su lugar entre los otros
para quedar libre de una deuda
que de todas maneras va a tener que pagar. Entonces,
si todos los cuerpos reunidos al principio
quedan atados por un nudo que atraviesa el tiempo
y es increíblemente firme, imposible de desatar,
¿cómo ser en la vida algo más que una especie
de fenómeno natural: un latigazo del cielo, un rayo,
que destroza sin razón y sin sentido, o al revés,
una lluvia suave que reverdece el campo seco y trae alivio
a los cultivos moribundos? Es decir,
¿cómo ser algo más que un impulso ciego
que actúa sin voluntad de hacer el bien ni el mal, por pura inercia
desprendida del pasado, de los deseos, los terrores,
las pasiones de la tribu? A veces creo, pero es una cuestión de fe,
no sé si es cierto, que se puede construir una familia
a partir de cosas ínfimas
que no forman parte de la historia que nos fue contada
a través de las palabras o del cuerpo de los que amamos.
Que podríamos descender en el tiempo
hasta el instante en que aún no habían empezado ni la fealdad
ni el miedo, a través de una memoria física que nos devuelva
la humilde y pura gracia de respirar. Hablo
de atarnos a detalles tan insignificantes
que no serían jamás parte del drama y por eso mismo no podrían
convertirse en el hueso de tu infelicidad. Sería tan distinto, claro,
si tu familia fuera el día en que conociste el verano,
la primera experiencia de alegría bajo un chorro de agua en el sopor
pesado de la siesta, el olor de la tierra mojada y el contacto
del pasto en los pies descalzos. La risa, levantándose
como la bruma del calor hacia lo alto. Si fuera tu destino ese punto
del pasado, ese resplandor que quedó grabado a fuego,
clavado en tu carne como la herradura en la pata de un caballo joven,
de un potrillo que en el momento de entrar al establo se retoba y corre
y es capaz de fugarse de la vida que le espera.

CLAUDIA MASÍN


Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, en 1972. Vive desde 1990 en Buenos Aires.

domingo, 13 de mayo de 2018

QUIROGA, Horacio: Decálogo del perfecto cuentista




I

Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: “Desde el río soplaba el viento frío”, no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino

X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

(Salto, Uruguay, 1878 / Buenos Aires, Argentina, 1937)