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ESTE BLOG PERJUDICA SERIAMENTE A LA IGNORANCIA
lunes, 29 de septiembre de 2008
HEKER, Liliana: La fiesta ajena
sábado, 20 de septiembre de 2008
SERRAT, Joan Manuel: Padre

que ya no canta, que resbala como esos peces
que murieron bajo un palmo de espuma blanca.
Padre, el río ya no es el río.
Antes de que llegue el verano
esconda usted todo lo que encuentre vivo.
¿Qué le han hecho al bosque, padre,
que no hay un árbol?
¿Con qué leña encenderemos fuego
porque sin leña y sin peces
y cerrar la puerta de casa con muchas llaves.
que si hay pinos hay piñones,
que si hay flores hay abejas y cera y miel.
Pero el campo ya no es ese campo.
Alguien anda pintando el cielo de rojo
y anunciando lluvia de sangre.
Alguien que ronda por ahí, padre,
son monstruos de carne con gusanos de fierro.
Asómese y les dice que usted nos tiene a nosotros
Pero asómese porque son ellos los que están matando la tierra.
Padre, deje usted de llorar
que nos han declarado la guerra.

(Barcelona, España, 1943)
BRECHT, Bertolt
y son buenos.
Hay hombres que luchan un año
y son mejores.
Hay hombres que luchan varios años
y son muy buenos.
Pero los hay quienes luchan toda la vida.
Esos son los imprescindibles.
lunes, 15 de septiembre de 2008
CORTÁZAR, Julio: Lucas, sus pudores

Si el invitado que va al baño es Lucas, su horror sólo puede compararse a la intensidad del cólico que lo ha obligado a encerrarse en el ominoso reducto. En ese horror no hay neurosis ni complejos, sino la certidumbre de un comportamiento intestinal recurrente, es decir que todo empezará lo más bien, suave silencioso, pero ya al final, guardando la misma relación de la pólvora con los perdigones en un cartucho de caza, una detonación más bien horrenda hará temblar los cepillos de dientes en sus soportes y agitarse la cortina de plástico de la ducha.
Nada puede hacer Lucas para evitarlo; ha probado todos los métodos, tales como inclinarse hasta tocar el suelo con la cabeza, echarse hacia atrás al punto de que los pies rozan la pared de enfrente, ponerse de costado e incluso, recurso supremo, agarrarse las nalgas y separarlas lo más posible para aumentar el diámetro del conducto proceloso. Vana es la multiplicación de silenciadores tales como echarse sobre los muslos todas las toallas al alcance y hasta las salidas de baño de los dueños de casa; prácticamente siempre, al término de lo que hubiera podido ser una agradable transferencia, el pedo final prorrumpe tumultuoso.
Cuando le toca a otro ir al baño, Lucas sufre por él pues está seguro que de un segundo a otro resonar el primer halalí de la ignominia; lo asombra un poco que la gente no parezca preocuparse demasiado por cosas así, aunque es evidente que no están desatentas de lo que ocurre e incluso lo cubren con choques de cucharitas en las tazas y corrimientos de sillones totalmente inmotivados. Cuando no sucede nada, Lucas se siente feliz y pide de inmediato otro coñac, al punto que termina por traicionarse y todo el mundo se da cuenta de que había estado tenso y angustiado mientras la señora de Broggi cumplimentaba sus urgencias. Cuán distinto, piensa Lucas, de la simplicidad de los niños que se acercan a la mejor reunión y anuncian: Mamá, quiero caca. Qué bienaventurado, piensa a continuación Lucas, el poeta anónimo que compuso aquella cuarteta donde se proclama que no hay placer más exquisito / que cagar bien despacito / ni placer más delicado / que después de haber cagado. Para remontarse a tales alturas ese señor debía estar exento de todo peligro de ventosidad intempestiva o tempestuosa, a menos que el baño de su casa estuviera en el piso de arriba o fuera esa piecita de chapas de zinc separada del rancho por una buena distancia.
Ya instalado en el terreno poético, Lucas se acuerda del verso del Dante en el que los condenados avevan dal cul fatto trombetta, y con esta remisión mental a la más alta cultura se considera un tanto disculpado de meditaciones que poco tienen que ver con lo que está diciendo el docotor Berenstein a propósito de la ley de alquileres.
Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a la Argentina a los cuatro años. Paso la infancia en Bánfield, se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que debió abandonar por razones económicas. Trabajó en varios pueblos del interior del país. Enseño en la Universidad de Cuyo y renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo. En 1951 se alejó de nuestro país y desde entonces trabajó como traductor independiente de la Unesco, en París, viajando constantemente dentro y fuera de Europa. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el librito de sonetos ("muy mallarmeanos", dijo después el mismo) Presencia. En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Apenas dos años después, en 1951, publica Bestiario: ya surge el Cortázar deslumbrante por su fantasía y su revelación de mundos nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura: los inolvidables tomos de relatos, los libros que desbordan toda categoría genérica (poemas-cuentos-ensayos a la vez), las grandes novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (1973). El refinamiento literario de Julio Cortázar, sus lecturas casi inabarcables, su incesante fervor por la causa social, hacen de él una figura de deslumbrante riqueza, constituída por pasiones a veces encontradas, pero siempre asumidas con él mismo, genuino ardor. Julio Cortazar murió en 1984 pero su paso por el mundo seguirá suscitando el fervor de quienes conocieron su vida y su obra.
martes, 9 de septiembre de 2008
SMANIA, Estela: Secreto a voces

Estela Smania
(Argentina)
viernes, 5 de septiembre de 2008
PORRO, Juana: Negra catinga

Nosotros vivimos en un barrio que está entre el centro y las villas de la gente pobre. Todos los hombres de esta cuadra son empleados, como papá. Pero mi hermano y yo somos más morochos que los chicos de los vecinos. De eso me di cuenta el año pasado, el día que se armó la gran pelea.
Yo iba a cuarto y era amiga de todo el barrio. Más que nada de Chichita y Jorge Petrelli, dos chicos muy rubios que viven aquí a la vuelta. También jugaba con la gorda Marín, que es una aburrida, y con Marta Fraile, que siempre se hace la bonita porque tiene ojos verdes. A veces lo invitábamos a Carlitos, el hijo del dueño de la Tienda El Siglo, que por ser hijo de ricos es bastante tarado. Pero ese año estaba también un chico holandés que vino a la Argentina porque el padre tenía que estudiar no sé qué de la Shell o del petróleo.
Desde que llegó el holandés todos andábamos atrás de su monopatín y de todos esos juguetes raros que trajo de Inglaterra. Lo que más nos divertía era enseñarles palabras como “culo” y “carajo” y otras peores. Jorge Petrelli le pedía: —Decí soy un maricón —y nosotros llorábamos de la risa antes de que él empezara a repetirlo.
Yo no sé por qué le entendía algunas palabras de las de él. Capaz que es cierto lo que dice mi papá, que soy más viva que el zorro. Y con eso de que lo entendía, siempre terminaba consiguiendo algo más que los otros.
Un día Chichita Petrelli se enojó porque nunca le tocaba usar el monopatín. Claro, cuando yo lo agarraba, siempre me iba desde mi casa hasta el correo, que son tres cuadras en bajada con la calle toda de asfalto.
Ese día, cuando volví del correo, ella se puso a llorar y, como no se lo daba, me miró con cara de perra y me gritó delante de todos los chicos: —¡Negra catinga! ¡Sos una negra catinga! —Ahí fue cuando yo me puse rabiosa, porque eso lo dicen a los pobres que tienen cara de indios, a los negritos, y ahí no más le grité más fuerte: —Y vos sos una rubia podrida. ¡Una rusa de mierda! ¡Sos una culosucio! ¡Eso es lo que sos! ¡Mejor lavate la bombacha, que siempre andás sacando fotos gratis y se te ve toda la mugre! ¡Y sos muy mocosa para que te guste el holandés! ¡Y ahora TODOS van a saber que un día en la escuela un chico te tocó el culo! —Ella estaba toda colorada y me empezó a decir: —Andate, india olorosa… —pero no la dejé terminar y le tiré el monopatín por la cabeza y vi que le salió sangre.
Enseguida disparamos a mi casa, con mi hermano, que es menor que yo y más tonto para pelear. Le conté a mamá que no iba a ser más amiga de Chichita. Y le iba a mentir un poco pero entró la señora de Petrelli sin tocar el timbre y se peleó con mamá y se fue diciendo que éramos una porquería.
Después me di cuenta de que papá estaba escuchando todo desde la pieza. Cuando la señora ya estaba lejos él apareció con el cinto y nos pegó a mí y a mi hermano y le dijo a mamá que ella tenía la culpa de que fuéramos tan camorreros y que las indias no sirven para criar hijos, no como su mamá que era italiana y los tenía bien cortitos y los hacía trabajar de chicos.
Mamá lloraba y mi hermano como un bobo se le colgaba de la pollera.
Y ahí fue cuando se me ocurrió que tenía que estar del lado de papá, porque si me parecía a él nadie más me iba a gritar negra catinga. Por eso, ahora, no me subo más al paredón. Ahora juego con la gorda aburrida y me pongo los ruleros y, cuando cumpla los dieciocho, me voy a teñir el pelo de rubio.
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(En “Leer la Argentina” Nº 4. Publicación a cargo del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación y la Fundación Mempo Giardinelli. Bs. As., Eudeba, 2005).
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JUANA PORRO
Nació en San Antonio Oeste, Río Negro, en 1949, y reside actualmente en Viedma. Es profesora en Letras, título obtenido en la Universidad Nacional del Sur. Es actualmente investigadora y docente titular con dedicación exclusiva en el Profesorado en Lengua y Comunicación Oral y Escrita de la Universidad del Comahue.