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miércoles, 29 de noviembre de 2006

BENEDETTI, Mario: La culpa es de uno


Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah, pero mi tristeza solo tuvo un sentido

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron

hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor

con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha

creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

hace mucho, muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno

ahora estoy solo
francamente
solo

siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado

antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro cómo te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.

(Uruguay, 1920/2009)



martes, 28 de noviembre de 2006

VACAREZZA, Alberto: Padre nuestro


Padre nuestro, que estás en los cielos,
que todo lo sabes, que todo lo ves,
¿por qué me abandonas en esta agonía?,
¿por qué no te acuerdas de hacerlo volver?

Se me fue una mañana temprano,
me dijo hasta luego y un beso me dio,
mas vino la noche... pasaron los días,
los meses pasaron y nunca volvió.

¡Padre nuestro!
Qué amargura sentí ayer
cuando tuve la noticia
que tenía otra mujer...

¡Padre nuestro!
Si un pecado es el amor,
para qué me has encendido
de este modo el corazón.

Pero yo le perdono su falta,
ni un solo reproche si vuelve le haré;
lo mismo lo quiero, con todas mis fuerzas,
con toda mi alma, yo soy toda de él.

Padre nuestro, que estás en los cielos...
que todo lo puedes, que todo lo ves;
¿Por qué me abandonas en esta agonía?
¿Por qué no te acuerdas de hacerlo volver?

(Argentina, 1886/1959)



sábado, 25 de noviembre de 2006

UHART, Hebe: El chico que n o podía dormir


Había una vez un chico que no se podía dormir. Todas las noches su mamá le dejaba un velador prendido, muy lindo, con un foco tan chiquito como un garbanzo.
Primero llamó a su mamá y dijo:
-¡Mamá, tengo sed!
La mamá se levantó y le trajo un vaso de agua.
Después se quedó con un ojo abierto y otro cerrado y le dijo de nuevo.
-¡Mamá! ¿Te acordás cuando fuimos a ese lugar? ¿Cómo era?
-Bueno, ahora dormite -dijo la mamá que quería dormir, porque las madres precisan dormir también.
Él miraba la silla y le parecía que no era la que veía todos los días; ahora parecía que la silla tenía un vestido largo y arriba una cabecita chiquita que se iba poniendo más clara.
-¡Mamá!- dijo.
Pero la mamá se había dormido. Entonces cerró los ojos. Cuando cerró los ojos vio pasar montones de redondelitos como granos de arroz, pasaban y pasaban. Eran tantos como si todo el mundo estuviera cubierto de granos de arroz. Cuando abría los ojos, esos arroces desaparecían.
Su mamá le había dicho:
-Para dormirse hay que contar ovejas.
Ovejas que saltan un alambrado, una detrás de otra van saltando. Ovejas, no abejas, porque las abejas vuelan de flor en flor y no se pueden contar.
-¿Y si cuento perros? -dijo el chico. Cerró los ojos y empezó a contar perros. Pero los perros hacían un bochinche bárbaro, venían todos juntos, no cruzaban uno detrás del otro. Uno se enredó en el alambrado, otro ladraba con las orejas bien paradas.
-Voy a contar ovejas- pensó.
Cerró los ojos y apareció una ovejita sola, chiquita, con la lana un poco sucia. Esa oveja comía pasto pero sin ganas, parecía medio triste y seguro que no quería cruzar el alambrado. Ni pensaba.
Él no se podía dormir porque al día siguiente se iba a ir de excursión con la escuela a Buenos Aires, en un colectivo y nunca había ido de excursión. A la mañana en la escuela habían saltado todos juntos y gritaban.
-¡Excursión! ¡Excursión!
Él tenía que llevar un paquete a la excursión con sándwiches y manzanas. Entonces pensó: “¿Estará el paquete? Voy a mirar si está”.
Se levantó y vio que en la cocina estaban los sándwiches y las manzanas. Entonces la mamá sintió que andaba levantado y le dijo:
-¿Qué estás haciendo?
-Nada, nada.
La mamá lo acompañó a la cama y dijo:
-Bueno, dormite ahora -le dio un beso y le acomodó la frazada bien acomodada, porque él se había destapado todo.
Entonces empezaron a aparecer las ovejas, una detrás de otra. Eran ovejas gordas, con una lana suave y con rulitos; levantaban la patita y una, levantaban la patita y dos, y seguían pasando. Después ya aparecía que iban flotando, cada vez se hacían más grandes las ovejas, ahora se veía todo claro, suave, enrulado, una cosa toda blanca que se movía despacio, y se quedó dormido.

(Argentina, 1936/2018)



jueves, 23 de noviembre de 2006

BORGES, Jorge Luis: El cómplice


Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.

(Argentina, 1899/Suiza, 1986)

miércoles, 22 de noviembre de 2006

GARCÍA LORCA, Federico: Lluvia


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh, lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacífica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh, lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentágrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh, lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

(España, 1898/1936)


miércoles, 15 de noviembre de 2006

BENEDETTI, Mario: Piedritas en la ventana



De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas

quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana.

Mario Benedetti
(Uruguay, 1920/2009)



martes, 14 de noviembre de 2006

SEVERÍN, Patricia: III - Con víboras (Poemas con bichos)


Tengo encerrada una serpiente en un frasco verde
En realidad el frasco es transparente
la serpiente es verde

No es una serpiente
dice mi hija
es una culebra enorme y larga
destrozada por un perro

Soledad colecciona culebras, serpientes, víboras
Reptiles

En fin:
mira la belleza donde pocos la ven

Se ha vuelto sabia

puede raspar escamas
para separar
lo que parece
de lo que es

(Rafaela, Argentina, 1955)



MONTEROSO, Augusto: El eclipse


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso
(Honduras, 1921/México, 2003)



miércoles, 8 de noviembre de 2006

GELMAN, Juan: Cerezas

esa mujer que ahora mismito se parece a santa teresa
en el revés de un éxtasis/hace dos o tres besos fue
mar absorto en el colibrí que vuela por su ojo izquierdo
cuando le dan de amar/

y un beso antes todavía/
pisaba el mundo corrigiendo la noche
con un pretexto cualquiera/en realidad es una nube
a caballo de una mujer/un corazón

que avanza cuando tocan
el himno nacional y ella
rezonga como un bandoneón mojado hasta los huesos
por la llovizna nacional/

esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas
que lava con furor/con sangre/con olvido/
encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel/
caen calles de fuego de su barrio irrompible

y una mujer y un hombre que caminan atados
al delantal de penas con que se pone a lavar/
igual que mi madre lavando pisos cada día/
para que el día tenga una perla en los pies/

es una perla de rocío/
mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío/
le crecían cerezas en los ojos y cada noche los besaba el rocío/
en la mitad de la noche me despertaba el ruido de sus cerezas creciendo/

el olor de sus ojos me abrigaba en la pieza/
siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día/
limpiaba suciedades del mundo/
lavaba el piso del sur/

volviendo a esa mujer/en sus hojas más altas se posan
los horizontes que miré mañana/
los pajaritos que volarán ayer/
yo mismo con su nombre en mis labios/

Juan Gelman
(Argentina, 1930/México, 2014)




GELMAN, Juan: Yo también escribo cuentos

Había una vez un poeta portugués
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado
trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal
gane para alimentar cuatro bocas

Cada noche pasaba lista a sus poetas incluyéndose a sí mismo
uno estiraba la mano por la ventana y le caían astros allí
otro escribía cartas al sur qué están haciendo del sur
decía

De mi uruguay
decía
el otro se convirtió en un barco que amó a los marineros
esto es bello porque no todos los barcos hacen así
hay barcos que prefieren mirar por el ojo de buey

Hay barcos que se hunden
Dios camina afligido por el fenómeno ese
es que no todos los barcos se parecen a los poetas del portugués
salían del mar y se secaban los huesitos al sol

Cantando la canción de tus pechos
amada
cantaban que tus pechos llegaron una tarde con
una escolta de horizontes
eso cantaban los poetas del portugués para decir que te amo
antes de separarse
tender la mano al cielo
escribir cartas al uruguay

Que mañana van a llegar
mañana van a llegar las cartas del portugués y barrerán la tristeza
mañana va a llegar el barco del portugués al puerto de montevideo
siempre supo que entraba en ese puerto y se volvía más hermoso

Como los cuatro poetas del portugués cuando se preocupaban
todos juntos por el hombre de la tabaquería de enfrente
el animal de sueños del hombre de la tabaquería de enfrente
galopando con como josé gervasio de artigas por el hambre mundial

El portugués tenía cuatro poetas mirando al sur
al norte
al muro
al cielo les daba a todos de comer con el sueldo del alma
él se ganaba el sueldo en la administración del país público
y también mirando el mar que va de lisboa al uruguay
Yo siempre estoy olvidando cosas
una vez me olvidé un ojo en la mitad de una mujer
otra vez me olvidé una mujer en la mitad de portugués
me olvidé el nombre del poeta portugués

De lo que no me olvido es de su barco navegando hacia el sur
de su manita llena de astros
golpeando contra la furia del mundo
con el hombre de enfrente en la mano

(Argentina, 1930/México, 2014)



GELMAN, Juan: Mujeres


decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito
debía tener unas 12,397 mujeres en su mujer /
era difícil saber con quién trataba uno
en ese pueblo de mujeres / ejemplo:

yacíamos en un lecho de amor /
ella era un alba de algas fosforescentes /
cuando la fui a abrazar
se convirtió en singapur llena de perros que aullaban /
recuerdo
cuando se apareció envuelta en rosas de aghadir /
parecía una constelación en la tierra /
parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra /
esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha /

como el sol que se ponía en su voz /
en las rosas estaban escritos todos los nombres de esa
mujer menos uno /
y cuando se dio vuelta / su nuca era el plan económico /
tenía miles de cifras y la balanza de muertes favorable
a la dictadura militar / o sea

nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer /
yo estaba ligeramente desconcertado / una noche
le golpié el hombro para ver con quién era
y vi en sus ojos desiertos un camello / a veces

esa mujer era la banda municipal de mi pueblo /
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba
a desafinar /
y los demás desafinaban con él /
esa mujer tenía la memoria desafinada /

usté podía amarla hasta el delirio /
hacerle crecer días del sexo tembloroso /
hacerla volar como pajarito de sábana /
al día siguiente se despertaba hablando de malevíc /

la memoria le andaba como un reloj con rabia /
a las tres de la tarde se acordaba del mulo
que le pateó la infancia una noche del ser /
ellaba mucho esa mujer y era una banda municipal /

la devoraron todos los fantasmas que pudo
alimentar con sus miles de mujeres /
y era una banda municipal desafinada
yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo /

yo / compañeros / una noche como esta que
nos empapan los rostros que a lo mejor morimos /
monté en el camellito que esperaba en sus ojos
y me fui de las costas tibias de esa mujer /

callado como un niño bajo los gordos buitres
que me comen de todo / menos el pensamiento
de cuando ella se unía como un ramo
de dulzura y lo tiraba en la tarde /


Juan Gelman
(Argentina, 1930/2014)



miércoles, 25 de octubre de 2006

BORGES, Jorge Luis: Fragmentos de un evangelio apócrifo


3. Desdichado el pobre de espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.

4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.

5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.

6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.

7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.

9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.

10. Bienaventurados los que no tiene hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.

11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.

12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.

13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.

14. Nadie es la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.

15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.

17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa.

18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.

19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.

20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.

24. No exageres el culto de la verdad: no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.

25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.

26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.

27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.

28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.

29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.

30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del tedio.

31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.

32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.

33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.

34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar.

39. La puerta es la que elige, no el hombre.

40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.

41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…

47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.

48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.

49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque estas darán luz a sus días.

50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

51. Felices los felices.

Jorge Luis Borges
(Argentina, 1899/Suiza, 1986)



sábado, 14 de octubre de 2006

ANÓNIMO: La amistad efímera (poema azteca)


Amigo mío, amigo mío,
sin duda verdadero amigo,
por mandato de dios nos amamos:
ojalá pereciéramos embriagados por nuestras flores.
No se aflijan vuestros corazones, amigos míos.
Como yo lo sé, también ellos lo saben.
Una sola vez se va nuestra vida.
En un día nos vamos, en una noche
baja uno a la región del misterio.
Aquí solo venimos a conocernos,
solo estamos de paso en la tierra.
En paz y placer pasemos la vida, venid y gocemos,
que no lo hagan los que viven airados: ¡la tierra es muy ancha!
¡Ojalá se viviera siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!
En tanto, vivimos con el alma rota,
aquí nos acechan y nos espían,
pero aun desdichados, con el alma herida,
no hay que vivir en vano.
¡Ojalá se viviera siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!

Anónimo (poema azteca)

ANÓNIMO: Y todo fue destruido (poema azteca)


Todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con suerte lamentosa nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si hubiéramos bebido agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
En los escudos fue su resguardo:
¡pero ni con los escudos puede ser sostenida su soledad!
Hemos comido pelos de eritrina,
hemos masticado grama salitrosa,
piedras de adobe, ratones, tierra en polvo, gusanos.
Todo esto pasó con nosotros.

viernes, 13 de octubre de 2006

BENEDETTI, Mario: Los formales y el frío


Quién iba a prever que el amor, ese informal
se dedicara a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa, la de ella,
era como un augurio o una fábula
su mirada, la de él, tomaba nota
de cómo eran sus ojos, los de ella,
pero sus palabras, las de él,
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
solo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa, la de ella,
ya el frío estaba en sus labios, los de él,
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó solo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedas
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos, los de ella,
después ella besó sus labios, los de él,
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.





jueves, 12 de octubre de 2006

NERUDA, Pablo: Farewell


1

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

2

To no lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.

4

Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.)

5

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tu serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

Pablo Neruda
(Chile, 1904/1973)



miércoles, 11 de octubre de 2006

HERNÁNDEZ, Miguel: Soneto

 

Estoy perdidamente enamorado
de una mujer tan bella como ingrata;
mi corazón otra pasión no acata
y mis ojos su imagen han plasmado.

Si escudriño en mi pecho, triste creo
que otra hermosa me diera solo enojos
y si sereno miro, ante mis ojos
su figura gentil tan solo veo.

Con voz trémula la dije mi cariño;
y sarcástica y cruel exclamó: «¡Niño
conoces el amor solo de nombre!»

y desde entonces sufro lo indecible...
¿Por qué amada mujer crees imposible
en un cuerpo de niño un alma de hombre?

(España, 1910/1942)



PAYRÓ, Roberto J.: En la policía


No siempre había sido Barraba el comisario de Pago Chico; necesitose de graves acontecimientos políticos para que tan alta personalidad policial fuera a poner en vereda a los revoltosos pagochiquenses.
Antes de él, es decir, antes de que se fundara La Pampa y se formara el comité de oposición, cualquier funcionario era bueno para aquel pueblo tranquilo entre los pueblos tranquilos.
El antecesor de Barraba fue un tal Benito Páez, gran truquista, no poco aficionado al porrón y por lo demás excelente individuo, salvo la inveterada costumbre de no tener gendarmes, sino en número reducidísimo —aunque las planillas dijeran lo contrario—, para crearse honestamente un sobresueldo con las mesadas vacantes.
—¡El comisario Páez —decía Silvestre— se come diez o doce vigilantes al mes!
La tenida de truco en el Club Progreso, las carreras en la pulpería de La Polvadera, las riñas de gallos dominicales y otros quehaceres, no menos perentorios, obligaban a D. Benito Páez a frecuentes, a casi reglamentarias, ausencias de la comisaría. Y está probado que nunca hubo tanto orden ni tanta paz en Pago Chico. Todo fue ir un comisario activo con una docena de vigilantes más, para que comenzaran los escándalos y las prisiones, y para que la gente anduviera con el Jesús en la boca, pues hasta los rateros pululaban. Saquen otros las consecuencias filosóficas de este hecho experimental. Nosotros vamos al cuento aunque quizá algún lector lo haya oído ya, pues se hizo famoso en aquel tiempo, y los viejos del pago lo repiten a menudo.
Sucedió, pues, que un nuevo jefe de policía, tan entrometido como mal inspirado, resolvió conocer el manejo y la situación de los subalternos rurales y sin decir ¡agua va! destacó inspectores que fueran a escudriñar cuanto pasaba en las comisarías. Como sus colegas, D. Benito ignoró hasta último momento la sorpresa que se le preparaba, y ni dejó su truco, sus carreras y sus riñas, ni se preocupó de reforzar al personal con gendarmes de ocasión.
Cierta noche lluviosa y fría, en que Pago Chico dormía entre la sombra y el barro, sin otra luz que la de las ventanas del Club Progreso, dos hombres a caballo, envueltos en sendos ponchos, con el ala del chambergo sobre los ojos, entraron al pueblo, y se dirigieron a la plaza principal, calados por la lluvia y recibiendo las salpicaduras de los charcos. Sabido es que la Municipalidad corría pareja con la policía, y que aquellas calles eran modelo de lo intransitable.
Las dos sombras mudas siguieron avanzando, sin embargo, como dos personajes de novela caballeresca, y llegaron a la puerta de la comisaría, herméticamente cerrada. Una de ellas, la que montaba mejor caballo —y en quien el lector perspicaz habrá reconocido al inspector de marras, como habrá reconocido en la otra a su asistente—, trepó a la acera sin desmontar, dio tres fuertes golpes en el tablero de la puerta con el cabo del rebenque…
Y esperó.
Esperó un minuto, impacientado por la lluvia que arreciaba, y refunfuñando un terno volvió a golpear con mayor violencia.
Igual silencio. Nadie se asomaba, ni en el interior de la comisaría se notaba movimiento alguno.
Repitió el inspector una, dos y tres veces el llamado, condimentándolo en cada una de ellas con mayor proporción de ajos y cebollas y, por fin, allá a las cansadas, entreabriose la puerta, para verse por la rendija la llama vacilante de una vela de sebo, y a su luz un ente andrajoso y soñoliento, que miraba al inoportuno con ojos entre asombrados y dormidos, mientras abrigaba la vela en el hueco de la mano.
—¿Está el comisario? —preguntó el inspector bronco y amenazante.
El otro, humilde, tartamudeando, contestó:
—No, señor.
—¿Y el oficial?
—Tampoco, señor.
El inspector, furioso, se acomodó mejor en la montura echándose un poco para atrás y ordenando, perentoriamente:
—¡Llame al cabo de cuarto!
—¡No… no… no hay señor!
—De modo que no hay nadie aquí, ¿no?
—Sí, se… señor… Yo.
—¿Y usted es agente?
—No, señor… yo… yo soy preso.
Una carcajada del inspector acabó de asustar al pobre hombre, que temblaba de pies a cabeza.
—¿Y no hay ningún gendarme en la comisaría?
—Sí, se… señor… Está Petronilo… que lo tra… lo traí de la esquina bo… borracho ¡Sí, se… señor!… Está durmiendo en la cuadra.
Una hora después D. Benito se esforzaba en vano por dar explicaciones de su conducta al inspector, que no las aceptaba de ninguna manera. Pero afirman las malas lenguas, que cuando se limitó a dar simples explicaciones, todo quedó arreglado satisfactoriamente; y lo probaría el hecho que su sistema no sufrió modificación, y que el preso, portero y protector de agentes descarriados, siguió largos meses desempeñando sus funciones caritativas y gratuitas.

(Argentina, 1867/1928)



lunes, 9 de octubre de 2006

BENEDETTI, Mario: Enigmas


Todos tenemos un enigma
y como es lógico ignoramos
cuál es su clave su sigilo
rozamos los alrededores
coleccionamos los despojos
nos extraviamos en los ecos
y lo perdemos en el sueño
justo cuando iba a descifrarse

y vos también tenés el tuyo
un enigmita tan sencillo
que los postigos no lo ocultan
ni lo descartan los presagios
está en tus ojos y los cierras
está en tus manos y las quitas
está en tus pechos y los cubres
está en mi enigma y lo abandonas

(Uruguay, 1920/2009)



viernes, 6 de octubre de 2006

BENEDETTI, Mario: Calle de los abrazados


Columnata de árboles
o nada / sombras sobre piedras
herméticos zaguanes
o nada / hojas en el viento

la llaman calle de abrazados
no exactamente porque las parejas
se refugien allí a falta de otros
espacios de amor gratis

la llaman calle de abrazados
porque en las noches de domingo
hay dos tan sólo dos
una mujer y un hombre
desentendidos misteriosos
que se citan allí como dos náufragos
y cada náufrago se abraza
al otro cuerpo salvavidas

la llaman calle de abrazados
como tributo a un solo abrazo
desesperado recurrente
tan azorado y tan estrecho
como si fuese siempre el último

y esto a pesar de que en su isla
el hombre y la mujer ignoren
que ese destino en que se abrazan
se llama calle de abrazados.

(Uruguay, 1920/2009)



jueves, 5 de octubre de 2006

KIPLING, Rudyard: No desistas


Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
solo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes
¡pero nunca desistir!

Tras las sombras de la duda
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia
figurarte cuán cercano
pueda estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano.

Lucha, pues por más que tengas
en la brega que sufrir,
cuando todo esté peor,
más debemos insistir.

(India, 1865/Reino Unido, 1936)



martes, 12 de septiembre de 2006

BORGES, Jorge Luis: La promesa


En Pringles, el doctor Isidro Lozano me refirió la historia. Lo hizo con tal economía que comprendí que ya lo había hecho antes, como era de prever, muchas veces; agregar o variar un pormenor sería un pecado literario.
“El hecho ocurrió aquí, hacia mil novecientos veintitantos. Yo había regresado de Buenos Aires con mi diploma. Una noche me mandaron buscar del hospital. Me levanté de mal humor, me vestí y atravesé la plaza desierta. En la sala de guardia, el doctor Eudoro Ribera me dijo que a uno de los malevos del comité, Clemente Garay, lo habían traído con una puñalada en el vientre. Lo examinamos; ahora me he endurecido, pero entonces me sacudió ver a un hombre con los intestinos afuera. Estaba con los ojos cerrados y la respiración era trabajosa.
El doctor Ribera me dijo:
- Ya no hay nada que hacer, mi joven colega. Vamos a dejar que se muera esta porquería.
Le contesté que me había costeado hasta ahí a las dos de la mañana pasadas y que haría lo posible para salvarlo. Ribera se encogió de hombros; lavé los intestinos, los puse en su lugar y cosí la herida. No oí una sola queja.
Al otro día volví. El hombre no había muerto; me miró, me estrechó la mano y me dijo:
- Para usted, gracias, y mi cabo de plata para Ribera.
Cuando a Garay lo dieron de alta, Ribera ya se había ido a Buenos Aires.
Desde esa fecha, todos los años recibí un corderito el día de mi santo. Hacia el cuarenta el regalo cesó."

Jorge Luis Borges
(Argentina, 1899/Suiza, 1986)




domingo, 10 de septiembre de 2006

PÉREZ ZELASCHI, Adolfo: El magnánimo emperador Chang Hung


Como es sabido, los historiadores se hacen lenguas de la sabiduría, templanza, paciencia y valor del emperador Chang Hung, que reinó hace mil años sobre los chinos. Y en efecto, así fue. Ascendió al trono muy joven, después de agasajar con un misterioso budín a su hermano Pien Tzu, heredero natural del imperio. Chang Hung lloró sobre su tumba, honró con grandes pompas a la viuda y envió a los cinco hijos de Pien Tzu a lejanas tierras para que ganasen fama y experiencia. Lamentablemente, los cinco murieron como jóvenes héroes. En toda la inmensa China el emperador hizo levantar arcos en su memoria. Chang Hung siempre se rodeó de los mejores talentos que pudo hallar, designándolos consejeros y ministros. Cuando pensaba que sus condiciones decaían, los despedía con amistosas muestras de bondad. Poco tiempo después, según los cronistas, un caballo alado se los llevaba al cielo como justo premio por los servicios prestados al emperador. De vez en cuando sucedía lo mismo con algún rico mercader, un mandarín ilustre o un guerrero destacado. En estos casos, una vez comprobado mediante veraces testigos que ellos y también sus familias se habían ido en el caballo alado, sus fortunas pasaban a las arcas de Chang Hung. Pero este no las guardaba para sí: las distribuía generosamente entre los pobres que lo adoraban como a un padre previsor y magnánimo. Naturalmente delataban de buena fe a los que desobedecían las órdenes del emperador para que este les enviara el caballo alado, todo según el orden de la Naturaleza.
Cada luna nueva reunía a sus cuatro cronistas, que se llamaban Chien Hu, Sun Shu Ao, Ho Su y Kuan Kuei y les alababa su oficio:
–Tenéis un gran poder –les decía benévolamente–. Cuando el tiempo pase, la verdad será la que consignen vuestras crónicas. Escribid la historia de mi reinado con entera libertad. Eso sí: os ruego humildemente tener en cuenta mis sentimientos: creo haber hecho algún bien y no recuerdo haber hecho ningún mal.
Los cuatro cronistas se inclinaban hasta tocar el suelo con la frente y salían escoltados por soldados que llevaban sus sables desnudos. El Gran Tesorero les daba diez monedas de oro, les suplicaba respetar los sentimientos del emperador, y los encerraba luego en la Sala de las Espadas para que se aplicaran a su trabajo en paz y con entera tranquilidad de ánimo.
A la sala le daban ese nombre porque del techo pendían numerosas y pesadas espadas atadas a lo alto por un delgado hilo de seda que Chang Hung podía cortar en cualquier momento. De esta manera Kuan Kuei, Ho Su, Sun Shu Ao y Chien Hu escribieron la única crónica que existe sobre el reinado de Chang Hung y en la cual se basan los historiadores de hoy para elogiar el valor, la paciencia, la templanza y la sabiduría de ese gran emperador de la China.

(Argentina, 1920/2005)




viernes, 8 de septiembre de 2006

BÉCQUER, Gustavo Adolfo: Rima LIII Volverán las oscuras golondrinas


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres....
esas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
esas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así... ¡no te querrán!


Gustavo Adolfo Bécquer
(España, 1836/1870)



VALLEJO, César: Amor prohibido


¡Subes centelleante de labios y de ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.

¡Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; ¡mi beso que es credo sagrado!

Espíritu en el horópter que pasa
¡puro en su blasfemia!
¡el corazón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!

¿Algún penitente silencio siniestro?
¿Tú acaso lo escuchas? ¡Inocente flor!
...Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
¡el Amor es un Cristo pecador!

(Perú, 1892/1938)



viernes, 1 de septiembre de 2006

BENEDETTI, Mario: Estados de ánimo


Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.

Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

(Uruguay, 1920/2009)



miércoles, 30 de agosto de 2006

BENEDETTI, Mario: Currículum


El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente

usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica

usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío

entonces
usted muere.


(Uruguay, 1920/2009)



viernes, 25 de agosto de 2006

BERNÁRDEZ, Francisco Luis: Estar enamorado


Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.
Estar enamorado, amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz del río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.
Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y de los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar el tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre pena y alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.
Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse en la mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es liberarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o si son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo es compartir la noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.
Y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.

(Argentina, 1900/1978)