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miércoles, 29 de noviembre de 2006

BENEDETTI, Mario: La culpa es de uno


Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah, pero mi tristeza solo tuvo un sentido

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron

hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor

con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha

creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

hace mucho, muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno

ahora estoy solo
francamente
solo

siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado

antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro cómo te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.

(Uruguay, 1920/2009)



martes, 28 de noviembre de 2006

VACAREZZA, Alberto: Padre nuestro


Padre nuestro, que estás en los cielos,
que todo lo sabes, que todo lo ves,
¿por qué me abandonas en esta agonía?,
¿por qué no te acuerdas de hacerlo volver?

Se me fue una mañana temprano,
me dijo hasta luego y un beso me dio,
mas vino la noche... pasaron los días,
los meses pasaron y nunca volvió.

¡Padre nuestro!
Qué amargura sentí ayer
cuando tuve la noticia
que tenía otra mujer...

¡Padre nuestro!
Si un pecado es el amor,
para qué me has encendido
de este modo el corazón.

Pero yo le perdono su falta,
ni un solo reproche si vuelve le haré;
lo mismo lo quiero, con todas mis fuerzas,
con toda mi alma, yo soy toda de él.

Padre nuestro, que estás en los cielos...
que todo lo puedes, que todo lo ves;
¿Por qué me abandonas en esta agonía?
¿Por qué no te acuerdas de hacerlo volver?

(Argentina, 1886/1959)



sábado, 25 de noviembre de 2006

UHART, Hebe: El chico que n o podía dormir


Había una vez un chico que no se podía dormir. Todas las noches su mamá le dejaba un velador prendido, muy lindo, con un foco tan chiquito como un garbanzo.
Primero llamó a su mamá y dijo:
-¡Mamá, tengo sed!
La mamá se levantó y le trajo un vaso de agua.
Después se quedó con un ojo abierto y otro cerrado y le dijo de nuevo.
-¡Mamá! ¿Te acordás cuando fuimos a ese lugar? ¿Cómo era?
-Bueno, ahora dormite -dijo la mamá que quería dormir, porque las madres precisan dormir también.
Él miraba la silla y le parecía que no era la que veía todos los días; ahora parecía que la silla tenía un vestido largo y arriba una cabecita chiquita que se iba poniendo más clara.
-¡Mamá!- dijo.
Pero la mamá se había dormido. Entonces cerró los ojos. Cuando cerró los ojos vio pasar montones de redondelitos como granos de arroz, pasaban y pasaban. Eran tantos como si todo el mundo estuviera cubierto de granos de arroz. Cuando abría los ojos, esos arroces desaparecían.
Su mamá le había dicho:
-Para dormirse hay que contar ovejas.
Ovejas que saltan un alambrado, una detrás de otra van saltando. Ovejas, no abejas, porque las abejas vuelan de flor en flor y no se pueden contar.
-¿Y si cuento perros? -dijo el chico. Cerró los ojos y empezó a contar perros. Pero los perros hacían un bochinche bárbaro, venían todos juntos, no cruzaban uno detrás del otro. Uno se enredó en el alambrado, otro ladraba con las orejas bien paradas.
-Voy a contar ovejas- pensó.
Cerró los ojos y apareció una ovejita sola, chiquita, con la lana un poco sucia. Esa oveja comía pasto pero sin ganas, parecía medio triste y seguro que no quería cruzar el alambrado. Ni pensaba.
Él no se podía dormir porque al día siguiente se iba a ir de excursión con la escuela a Buenos Aires, en un colectivo y nunca había ido de excursión. A la mañana en la escuela habían saltado todos juntos y gritaban.
-¡Excursión! ¡Excursión!
Él tenía que llevar un paquete a la excursión con sándwiches y manzanas. Entonces pensó: “¿Estará el paquete? Voy a mirar si está”.
Se levantó y vio que en la cocina estaban los sándwiches y las manzanas. Entonces la mamá sintió que andaba levantado y le dijo:
-¿Qué estás haciendo?
-Nada, nada.
La mamá lo acompañó a la cama y dijo:
-Bueno, dormite ahora -le dio un beso y le acomodó la frazada bien acomodada, porque él se había destapado todo.
Entonces empezaron a aparecer las ovejas, una detrás de otra. Eran ovejas gordas, con una lana suave y con rulitos; levantaban la patita y una, levantaban la patita y dos, y seguían pasando. Después ya aparecía que iban flotando, cada vez se hacían más grandes las ovejas, ahora se veía todo claro, suave, enrulado, una cosa toda blanca que se movía despacio, y se quedó dormido.

(Argentina, 1936/2018)



jueves, 23 de noviembre de 2006

BORGES, Jorge Luis: El cómplice


Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.

(Argentina, 1899/Suiza, 1986)

miércoles, 22 de noviembre de 2006

GARCÍA LORCA, Federico: Lluvia


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh, lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacífica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh, lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentágrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh, lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

(España, 1898/1936)


miércoles, 15 de noviembre de 2006

BENEDETTI, Mario: Piedritas en la ventana



De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas

quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana.

Mario Benedetti
(Uruguay, 1920/2009)



martes, 14 de noviembre de 2006

SEVERÍN, Patricia: III - Con víboras (Poemas con bichos)


Tengo encerrada una serpiente en un frasco verde
En realidad el frasco es transparente
la serpiente es verde

No es una serpiente
dice mi hija
es una culebra enorme y larga
destrozada por un perro

Soledad colecciona culebras, serpientes, víboras
Reptiles

En fin:
mira la belleza donde pocos la ven

Se ha vuelto sabia

puede raspar escamas
para separar
lo que parece
de lo que es

(Rafaela, Argentina, 1955)



MONTEROSO, Augusto: El eclipse


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso
(Honduras, 1921/México, 2003)



miércoles, 8 de noviembre de 2006

GELMAN, Juan: Cerezas

esa mujer que ahora mismito se parece a santa teresa
en el revés de un éxtasis/hace dos o tres besos fue
mar absorto en el colibrí que vuela por su ojo izquierdo
cuando le dan de amar/

y un beso antes todavía/
pisaba el mundo corrigiendo la noche
con un pretexto cualquiera/en realidad es una nube
a caballo de una mujer/un corazón

que avanza cuando tocan
el himno nacional y ella
rezonga como un bandoneón mojado hasta los huesos
por la llovizna nacional/

esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas
que lava con furor/con sangre/con olvido/
encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel/
caen calles de fuego de su barrio irrompible

y una mujer y un hombre que caminan atados
al delantal de penas con que se pone a lavar/
igual que mi madre lavando pisos cada día/
para que el día tenga una perla en los pies/

es una perla de rocío/
mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío/
le crecían cerezas en los ojos y cada noche los besaba el rocío/
en la mitad de la noche me despertaba el ruido de sus cerezas creciendo/

el olor de sus ojos me abrigaba en la pieza/
siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día/
limpiaba suciedades del mundo/
lavaba el piso del sur/

volviendo a esa mujer/en sus hojas más altas se posan
los horizontes que miré mañana/
los pajaritos que volarán ayer/
yo mismo con su nombre en mis labios/

Juan Gelman
(Argentina, 1930/México, 2014)




GELMAN, Juan: Yo también escribo cuentos

Había una vez un poeta portugués
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado
trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal
gane para alimentar cuatro bocas

Cada noche pasaba lista a sus poetas incluyéndose a sí mismo
uno estiraba la mano por la ventana y le caían astros allí
otro escribía cartas al sur qué están haciendo del sur
decía

De mi uruguay
decía
el otro se convirtió en un barco que amó a los marineros
esto es bello porque no todos los barcos hacen así
hay barcos que prefieren mirar por el ojo de buey

Hay barcos que se hunden
Dios camina afligido por el fenómeno ese
es que no todos los barcos se parecen a los poetas del portugués
salían del mar y se secaban los huesitos al sol

Cantando la canción de tus pechos
amada
cantaban que tus pechos llegaron una tarde con
una escolta de horizontes
eso cantaban los poetas del portugués para decir que te amo
antes de separarse
tender la mano al cielo
escribir cartas al uruguay

Que mañana van a llegar
mañana van a llegar las cartas del portugués y barrerán la tristeza
mañana va a llegar el barco del portugués al puerto de montevideo
siempre supo que entraba en ese puerto y se volvía más hermoso

Como los cuatro poetas del portugués cuando se preocupaban
todos juntos por el hombre de la tabaquería de enfrente
el animal de sueños del hombre de la tabaquería de enfrente
galopando con como josé gervasio de artigas por el hambre mundial

El portugués tenía cuatro poetas mirando al sur
al norte
al muro
al cielo les daba a todos de comer con el sueldo del alma
él se ganaba el sueldo en la administración del país público
y también mirando el mar que va de lisboa al uruguay
Yo siempre estoy olvidando cosas
una vez me olvidé un ojo en la mitad de una mujer
otra vez me olvidé una mujer en la mitad de portugués
me olvidé el nombre del poeta portugués

De lo que no me olvido es de su barco navegando hacia el sur
de su manita llena de astros
golpeando contra la furia del mundo
con el hombre de enfrente en la mano

(Argentina, 1930/México, 2014)



GELMAN, Juan: Mujeres


decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito
debía tener unas 12,397 mujeres en su mujer /
era difícil saber con quién trataba uno
en ese pueblo de mujeres / ejemplo:

yacíamos en un lecho de amor /
ella era un alba de algas fosforescentes /
cuando la fui a abrazar
se convirtió en singapur llena de perros que aullaban /
recuerdo
cuando se apareció envuelta en rosas de aghadir /
parecía una constelación en la tierra /
parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra /
esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha /

como el sol que se ponía en su voz /
en las rosas estaban escritos todos los nombres de esa
mujer menos uno /
y cuando se dio vuelta / su nuca era el plan económico /
tenía miles de cifras y la balanza de muertes favorable
a la dictadura militar / o sea

nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer /
yo estaba ligeramente desconcertado / una noche
le golpié el hombro para ver con quién era
y vi en sus ojos desiertos un camello / a veces

esa mujer era la banda municipal de mi pueblo /
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba
a desafinar /
y los demás desafinaban con él /
esa mujer tenía la memoria desafinada /

usté podía amarla hasta el delirio /
hacerle crecer días del sexo tembloroso /
hacerla volar como pajarito de sábana /
al día siguiente se despertaba hablando de malevíc /

la memoria le andaba como un reloj con rabia /
a las tres de la tarde se acordaba del mulo
que le pateó la infancia una noche del ser /
ellaba mucho esa mujer y era una banda municipal /

la devoraron todos los fantasmas que pudo
alimentar con sus miles de mujeres /
y era una banda municipal desafinada
yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo /

yo / compañeros / una noche como esta que
nos empapan los rostros que a lo mejor morimos /
monté en el camellito que esperaba en sus ojos
y me fui de las costas tibias de esa mujer /

callado como un niño bajo los gordos buitres
que me comen de todo / menos el pensamiento
de cuando ella se unía como un ramo
de dulzura y lo tiraba en la tarde /


Juan Gelman
(Argentina, 1930/2014)