Le pusieron un grillo a media pierna.
Lo condenaron a vivir a medias.
Le escondieron la paz y la sonrisa.
Le pusieron el pan a media rienda.
Pero él seguía caminando.
Le vendieron la luna cada noche.
Lo fueron lentamente atornillando.
Le tuvieron las manos ocupadas.
Le sumaron la pena y las estafas.
Pero él seguía caminando.
Le pusieron las piedras por delante.
Le taparon la boca, por si acaso.
Le abrieron una herida por la espalda.
Le sumaron olvido a la condena.
Pero él seguía caminando.
De lejos, bien mirado,
cuando ya era horizonte,
se asemejaba al viento,
aunque según parece
él caminaba potente
¡como el Pueblo!
.
Hamlet Lima Quintana
.
Lo condenaron a vivir a medias.
Le escondieron la paz y la sonrisa.
Le pusieron el pan a media rienda.
Pero él seguía caminando.
Le vendieron la luna cada noche.
Lo fueron lentamente atornillando.
Le tuvieron las manos ocupadas.
Le sumaron la pena y las estafas.
Pero él seguía caminando.
Le pusieron las piedras por delante.
Le taparon la boca, por si acaso.
Le abrieron una herida por la espalda.
Le sumaron olvido a la condena.
Pero él seguía caminando.
De lejos, bien mirado,
cuando ya era horizonte,
se asemejaba al viento,
aunque según parece
él caminaba potente
¡como el Pueblo!
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Hamlet Lima Quintana
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Hamlet Lima Quintana nació el 15 de setiembre de 1923 en la ciudad de Morón, pero aprendió a caminar en Saladillo, y en su obra plasmó los colores, los sabores, las personas, las costumbres de la pampa húmeda. Heredó de su familia la pasión por la poesía y la música: su padre escribía y su madre tocaba el piano. A partir de allí, hizo sus propias armas para consolidarse como uno de los más grandes creadores argentinos. En su carrera tiene escritos más de 25 libros de poemas, una biografía de Osvaldo Pugliese, más de 400 canciones, y una cantata al Che Guevara.
El poeta Hamlet Lima Quintana murió el 21 de febrero de 2002 por la tarde a los 78 años, víctima de un cáncer de pulmón. Y las letras argentinas, la poesía inolvidable del folclore popular incrementó aquel vacío que fueron dejando Manuel J. Castilla (1980), Jaime Dávalos (1984), Armando Tejada Gómez (1992), Gustavo “Cuchi” Leguizamón (2000).
Pero al igual que ellos, Lima Quintana no se fue del todo. Se fue con el cuerpo asombrado y la voz ronca de gritar que volverá, como prometía en aquella emblemática letra de Zamba para no morir. Él se quedará en sus letras, en la voz del pueblo y los músicos que llevan su palabra imprescindible por los escenarios del país y del mundo.
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