En 1765 en chef francés apellidado Boulanger (es decir panadero”) perdió su trabajo como jefe de cocina en la mansión de una familia aristocrática. Lejos de quejarse, convirtió el traspié en oportunidad: inauguró en la Rue de Poulies de París, cerca del Louvre, una cafetería a la que bautizó “Champ D’Osiseau”. No solo expendía café, sino que ofrecía comida sabrosa. En la puerta de su local colgó un letrero que decía: “Venite ad me omnes qui stomacho laboratis, et ego restaurabo vos”, cuya traducción posible sería “Vengan a mí todos vosotros que sufrís del estómago, que yo se los voy a restaurar”. Con buenos platos, que incluían la sopa llamada Restaurante Divine (Restauradora divina), y mejor criterio comercial, su éxito no se hizo esperar. Pero por sobre todo, el verbo que utilizó, restaurar, alcanzó los más altos índices de popularidad. El restaurante o restorán —ambos aceptados por la Real Academia Española— designa en diversos rincones del planeta el local donde se sirven comidas y bebidas.
El restaurante es el lugar donde se reúnen los comensales, quienes deben su denominación a dos palabras latinas: cum (con) y mensa (mesa). En cuanto a los instrumentos para comer, es interesante conocer que en los círculos aristocráticos de la Edad Media se envolvían en una servilleta que hacía las veces de estuche personal. Con esto los cubrían, para preservarlos. De ahí viene el genérico cubiertos. El tenedor era el que se usaba para tener o asir el alimento. El cuchillo surgió de cultellus, que a su vez provino de curtare, cortar.
Al despertar cada mañana, cumplimos con el rito del desayuno, que es aquello que se come para dejar de estar en ayunas. Almuerzo es un híbrido arábigo-latino: Al morsus, “el mordisco”. La merienda es un premio que se daba a los trabajadores si habían sido productivos. La palabra latina era merenda, asociada a merere, que es merecer. La voz aperitivo se relaciona con la apertura. Ambas significan abrir, en el caso del aperitivo, el estómago.
Con los términos griegos syn (con) y posis (bebida) se formó simposio, que significaba “beber juntos”. Brindis surgió del alemán “bring dir´s” (te lo ofrezco), frases que se decían en la Edad Media al alzar los copones.
Cuando la miel se separa del panal y queda pura, limpia, hablamos de miel sin cera. De tal relación surgió la palabra sinceridad. Compañero es quien “comparte el pan”. Desazón advierte acerca de la falta de sazón o sabor. Antes de terminar, una curiosidad: gordo proviene de una voz ibérica. Se utilizaba para designar a los necios, sin distinción de pesos.
En la Buenos Aires de 1906, los hermanos Lupo —Francisco, Juan, y Gerónimo— armaron su propia cadena de salas de cine. Eran la novedad de aquel tiempo y hay que reconocerles que gracias a ellos la masa porteña encontró una nueva atracción. Aunque hubo un detalle que olvidaron: comprar o alquilar los terrenos donde instalaban los cines. Así, en los primeros años llegaron a inaugurar catorce salas, pero de a poco fueron clausuradas. Una de ellas estaba en Tucumán entre Suipacha y Esmeralda. Allí decidieron implantar el horario “after office” del cine. Querían captar el público masculino que salía del trabajo. Crearon funciones a la seis de la tarde. Contrataron acomodadoras que vestían sugestivos jacquets. Como ese era el horario en que los caballeros se reunían para tomar un aperitivo y estaba de moda el trago con hierbas denominado vermouth, llamaron de esa manera a la función. Desde entonces, los cines de nuestro país cuentan con la función vermouth a la tardecita.
Ahora sí, el capítulo llega a su fin, por lo tanto es el momento del postre: se trata del último de los alimentos y lleva ese nombre por ser el postrero.
(Bs. As., Argentina, 1962)
En BALMACEDA, Daniel. Historia de las palabras. Bs. As., Sudamericana, 2011.
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