el miedo
y no saber
cuánto tiempo
permanecería en esa cárcel
su amor de madre
disminuyó.
Su pequeña hija
crecía sin ella
prescindía de ella.
Había guardado
un ovillo de lana roja
que desteñía.
Los días de visita
lo sumergía
en un jarro de agua
y esperaba.
A ese agua roja
se la pasaba por la cara
y la dejaba secar.
No quería que la niña
la viera tan pálida.
De su amor de madre había quedado eso:
el deseo
de no hacerla sufrir.
(Santa Fe, 1946/2022)
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