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martes, 26 de septiembre de 2023

FASOLÍS, Rosita: El tren de las cinco

 


Como un pájaro. Como un pájaro de niebla. Como la niebla de la madrugada. Así estoy, esperando el tren. Hay un silencio de niebla en el andén. Espeso, translúcido. Me envuelve, me invade, se adentra en mí. Apenas distingo las vías trajinadas. A mis espaldas quedan los recuerdos. El pueblo, dormido en su sueño de siempre. La calle de tierra. Los naranjos. La casa vieja. Mis padres: dos viejos con rumor de zapatillas de paño. Mi habitación de joven pobre, pulida misericordiosamente por infinitas capas de cera, de barniz, de cal. Deslumbrada por el sol irreverente de las mañanas; atónita por las sombras de mis propios sueños estremecidos. Mis libros, caudal y cauce de estas ganas de borrar fronteras. Y la enorme mesa de roble, labrada a escondidas por mis alumnos, pequeños remolones siempre a la zaga de sus madres ansiosas, alumnos desapacibles de maestras impasibles… Como un pájaro me siento. Como un pájaro aterido en la niebla. Como un pájaro de niebla diluyéndose en la espera…

Primeras horas. Frío. Percibo que a lo lejos el tren rompe la niebla con bufidos de metal. Yo también vengo de la niebla. De las vagas luces de otros tiempos, de otros lugares. De andenes solitarios en pueblos perdidos en la soledad. De estaciones múltiples que recuerdo como mareas humanas, oleadas que suben y bajan, aparecen y desaparecen. He conocido lugares, he conocido tanta gente… He tenido mil oficios, todos distintos, todos iguales. He descubierto que todos los campos huelen igual, ya al olor fresco de la siembra, ya al olor seco de los pajonales. He descubierto que todas las ciudades huelen igual. Por las bocas abiertas de sus bares exhalan olor a café y a cigarrillo, a pizzas y aceites rancios. Y en los laberintos oscuros de las callejas, los orines afrentan al viajero con su olor añejo. Sí, he transitado muchos lugares; en cada lugar he vivido otra vida. En algún tiempo, en alguna parte volví a mi oficio de enseñar. He descubierto que los niños son todos iguales. Que son todos distintos. Que son niños, en un campo semántico propio, insoslayable, continuo, infinito. Unas veces fui maestro, y otras veces vendedor de cualquier cosa. Tantas veces manejé un camión por rutas solitarias como otras tantas fui manejado por rutas interiores, también solitarias. Tantas veces hablé como callé; tantas veces tuve coraje como miedo. Tantas fui bueno como fui malo. Tuve amores apacibles como trigales al sol, y amores violentos que rompieron mis entrañas como olas impetuosas de un mar bravío. Amé, y fui amado. Odié, y fui odiado. Y regreso de todo aquello con una valija llena de humo en la que ya no caben los sueños. Más cansado, más viejo a pesar de mi juventud. Partícula de niebla en medio de una niebla que será barrida por el sol.
Oigo a lo lejos el silbido del tren. Distingo apenas una luz que se ensancha poco a poco.
El guardavía vuelve a mí su rostro trasnochado y me dice, ignorando la obviedad, que el tren ya llega. El andén se estremece. También yo. El estómago se me anuda en un frío ardor. La máquina se detiene bufando. Tomo mi valija y me apresto a subir. Por la misma puerta está bajando un pasajero… Estoy frente a él. Lo miro esperando que se aparte para poder subir. Lo miro esperando que se aparte para poder bajar. Lo miro, y es un espejo envuelto en brumas. Y en ese espejo estoy yo. Y miro mi cara pálida soslayando la niebla; mi viejo gabán atrapando la niebla; mis manos frías aventando la niebla. Y mi valija, que no sé si va o viene, también ella llena de niebla.


Rosita Fasolís nació en Rosario (Argentina), lugar donde reside actualmente. Por su obra literaria ha recibido numerosos premios, tanto a nivel local, nacional e internacional.


«Cuando los oscuros paisajes de lo onírico se confunden con los hechos reales de nuestra vida, Rosita construye de manera genial una trama que nos sumerge en los intrincados pasadizos de un mundo intermedio del cual despertamos gracias a un seco alarido de angustia, pero que nunca sabremos si lo que vivimos es verdad o pertenece a otro plano de la existencia, aún desconocido...» (Sergio Fassanelli)

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