ESTE BLOG PERJUDICA SERIAMENTE A LA IGNORANCIA

SI QUIEREN GASTAR MENOS EN CÁRCELES, INVIERTAN MÁS EN EDUCACIÓN

jueves, 29 de mayo de 2008

BENEDETTI, Mario: Tres cortitos




SÍNDROME

Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar por una escalera de dos en dos
y correr detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en esos detalles
.
ONCE

Ningún padre de la iglesia
ha sabido explicar
por qué no existe
un mandamiento once
que ordene a la mujer
no codiciar al hombre
de su prójima
.
TERAPIA

Para no sucumbir
ante la tentación
del precipicio
el mejor tratamiento
es el fornicio


.

Mario Benedetti
(Uruguay, 1920)


lunes, 26 de mayo de 2008

NERUDA, Pablo: Promulgación de la ley del embudo


Ellos se declararon patriotas.

En los clubs se condecoraron

y fueron escribiendo la historia.

Los Parlamentos se llenaron

de pompa, se repartieron

después la tierra, la ley,

las mejores calles, el aire,

la Universidad, los zapatos.


Su extraordinaria iniciativa

fue el Estado erigido en esa

forma, la rígida impostura.

Lo debatieron, como siempre,

con solemnidad y banquetes,

primero en círculos agrícolas,

con militares y abogados.

Y al fin llevaron al Congreso

la Ley suprema, la famosa,

la respetada, la intocable

Ley del Embudo.


Fue aprobada.

Para el rico la buena mesa.

La basura para los pobres.

El dinero para los ricos.

Para los pobres el trabajo.

Para los ricos la casa grande.

El tugurio para los pobres.

El fuero para el gran ladrón.

La cárcel al que roba un pan.

París, París para los señoritos.

El pobre a la mina, al desierto.

El señor Rodríguez de la Crota

habló en el Senado con voz

meliflua y elegante.


«Esta ley, al fin, establece

la jerarquía obligatoria

y sobre todo los principios

de la cristiandad.

Era

tan necesaria como el agua.

Sólo los comunistas, venidos

del infierno, como se sabe,

pueden discutir este código

del Embudo, sabio y severo.

Pero esta oposición asiática,

venida del sub-hombre, es sencillo

refrenarla: a la cárcel todos,

al campo de concentración,

así quedaremos sólo

los caballeros distinguidos

y los amables yanaconas

del Partido Radical.»


Estallaron los aplausos

de los bancos aristocráticos:

qué elocuencia, qué espiritual,

qué filósofo, qué lumbrera!

Y corrió cada uno a llenarse

los bolsillos en su negocio,
uno acaparando la leche,

otro estafando en el alambre,

otro robando en el azúcar

y todos llamándose a voces

patriotas, con el monopolio

del patriotismo, consultado

también en la Ley del Embudo.

.
Pablo Neruda
(Chile, 1904/1973)
“Canto General”

jueves, 22 de mayo de 2008

CASCIARI, Hernán: La existencia del alma en el Caio




Capítulo 122: La existencia del alma en el Caio
(del libro "Más respeto que soy tu madre")
08 de Enero de 2004

El Zacarías y yo tomamos mate. Siempre. A cualquier hora. Las veces que estuvimos a punto de separarnos, las veces que llegó un hijo nuevo a casa, cuando lo echaron del trabajo, cuando Argentina salió campeón del mundo, cuando se cayeron las torres gemelas. Cuando murió mamá... Entre el Zacarías y yo hubo días sin besos a la mañana, semanas sin dirigirnos la palabra, meses enteros sin juntar los pelos, años larguísimos sin un peso en el bolsillo. Pero no hubo nunca en nuestro matrimonio un solo día sin que él o yo nos sentáramos en silencio a tomar mate.
El mate no es una bebida, corazones de otro barrio. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión. Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás sola. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es “hola” y la segunda “¿unos mates?”.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los hijos de puta.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. El Caio empezó a pedir a los cinco. La Sofi a los nueve. El Nacho a los tres. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza:
—¿Dulce o amargo?
El otro responde:
—Como tomes vos.
Yo les escribo siempre a ustedes con el mate al lado del teclado. Los teclados de Argentina y Uruguay tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Ni a la vieja Manforte.
Escribo esto por algo. Hoy llegamos todos de la calle y el Caio estaba tomando mate solo. Nunca antes había tomado mate solo. Siempre con el Chileno Calesita, o con la hermana, o con nosotros. Solo jamás. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
El Caio no sabe qué carajo le pasa. No va a recordar este día. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones. Yo no me acuerdo de mi día. Zacarías tampoco. Nadie se acuerda. Pero hoy el Caio empezó a tomar mate solo. Hoy, 8 de enero del 2004, a la madrugada. Su padre y yo, escondidos en el pasillo, empezamos a mirarlo con respeto.

HERNÁN CASCIARI
(Mercedes, prov. Buenos Aires, Argentina, 1971)
.
REFLEXIONES DEL MATE (texto erróneamente atribuido a Lalo Mir)
.
El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es: “Hola” y la segunda: “¿Unos mates?”.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos, los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir: "¡Basta, cambiá la yerba!".
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente: "¿Está caliente, no?".
Es modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir “gracias”, al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.
Ahora vos sabés: un mate no es sólo un mate...

.
Lalo Mir

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Aclaración necesaria de nuestra amiga Laly: Por respeto y cariño al autor, es necesario aclarar que este texto pertenece a Hernán Casciari y se puede leer completo y original en este link:

miércoles, 21 de mayo de 2008

BIRMAJER, Marcelo: El talón de Aquiles


Aquiles fue el más elogiado entre los héroes griegos que pelearon en la guerra de Troya. Era hijo de Tetis y Peleo.
Su padre era un poderoso rey, jefe de grandes ejércitos. Su madre, Tetis, una diosa marina que intercedió ante el principal de los dioses, Zeus, para que le permitiera hacer invulnerable a su hijo.
Aquiles fue alimentado con médula de leones y tigres. A poco de nacer, su madre lo sumergió en la laguna Estigia, cuyas aguas volvían al cuerpo humano invencible.
Pero, tal vez con el excesivo cuidado de las madres, lo sostuvo por un talón mientras lo sumergía; y ese talón quedó seco. Por tanto Aquiles era todo invulnerable salvo el talón de uno de sus dos pies, no sabemos si el izquierdo o el derecho. En el resto del cuerpo, ni las flechas, ni el fuego, ni las piedras, podían ocasionarle el menor daño.
Pero como los dioses participaban de esta guerra jugando con los humanos, cierta vez que Paris —el príncipe troyano que por raptar a la griega Helena originó esta sangrienta guerra— disparó una flecha envenenada contra Aquiles, el dios Apolo dirigió la punta hacia el talón vulnerable de nuestro personaje. Y así murió Aquiles.

* * *

Sentado bajo la ventana del aula de mi colegio primario, yo me preguntaba: ¿por qué lo consideraban tan valiente, si era invulnerable?
¿En qué consiste la valentía de una persona que sabe que nada le puede hacer daño? Es solo una pregunta.
¿Y los que estábamos allí sentados, podíamos llegar a tener algún remoto parecido con Aquiles?
Pues a primera vista no: nuestro cuerpo es totalmente vulnerable. Todo nuestro cuerpo es vulnerable. El fuego nos quema, el frío nos hiela, las flechas nos hieren. Nuestro cuello es tan frágil como nuestro talón.
Sin embargo, uno de los chicos sentados en aquel aula, bastante lejos de la ventana, más bien cerca del pizarrón, a la izquierda, me sugirió lo contrario.
Se llamaba Gastón, era muy petiso y algo tímido. El grandote del aula, un repetidor llamado Zurlo, se burlaba de él continuamente. Feas burlas. Y además —esto era lo peor— le pegaba en la cabeza o le tiraba de una manera muy fea de las orejas.
Una mañana, Gastón se le tiró al cuello a Zurlo y comenzó una pelea.
Por supuesto, Zurlo ganó. Le pegó en la cara y en el estómago; y Gastón quedó tirado en el piso, pero sin llorar.
—Si me volvés a tocar —le dijo Gastón a Zurlo desde el piso—. Te voy a volver a pegar.
Zurlo no volvió a tocarlo, ni a burlarse de él.
Viendo al malherido Gastón tendido en el piso, pero con su actitud intacta, lo comparé con Aquiles y pensé: «Los seres humanos somos al revés que Aquiles: todo nuestro cuerpo es vulnerable salvo un talón invencible. Ese talón es nuestra voluntad».

(Argentina, 1966)



lunes, 19 de mayo de 2008

ANDRUETTO, María Teresa: Un árbol florecido de lilas


UNO
Él se sentó a esperar bajo la sombra de un árbol florecido de lilas.
Pasó un señor rico y le preguntó:
-¿Qué hace usted, joven, sentado bajo este árbol, en lugar de trabajar y hacer dinero?
Y el hombre contestó:
-Espero.
Pasó una mujer hermosa y le preguntó:
-¿Qué hace usted, hombre, sentado bajo este árbol, en lugar de conquistarme?
Y el hombre le contestó:
-Espero.
Pasó un chico y le preguntó:
-¿Qué hace usted, señor, sentado bajo este árbol, en vez de jugar?
Y el hombre le contestó:
-Espero.
Pasó la madre y le preguntó:
-¿Qué hacés, hijo mío, sentado bajo este árbol, en vez de ser feliz?
Y el hombre le contestó:
-Espero.

DOS
Ella salió de su casa dispuesta a buscar.
Cruzó la calle.
Atravesó la plaza.
Y pasó junto al árbol florecido de lilas.
Miró rápidamente al hombre.
Al árbol.
Pero no se detuvo.
Había salido a buscar.
Y tenía prisa.
Él, con una sonrisa, la vio pasar.
Alejarse.
Hacerse un punto pequeño.
Desaparecer.
Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.
Ella fue por el mundo a buscar.
Por el mundo entero.
En el Norte había un hombre con los ojos de agua.
Ella preguntó:
-¿Sos el que busco?
-No lo creo. Me voy -dijo el hombre con los ojos de agua.
Y se marchó.
En el Este había un hombre con las manos de seda.
-¿Sos el que busco?
-Lo siento. Pero no -dijo el hombre con las manos de seda.
Y se marchó.
En el Oeste había un hombre con los pies de alas.
Ella preguntó:
-¿Sos el que busco?
-Te esperaba hace tiempo. Ahora no -dijo el hombre con los pies de alas.
Y se marchó.
En el Sur había un hombre con la voz quebrada.
Ella preguntó:
-¿Sos el que busco?
-No. No lo soy -dijo el hombre con la voz quebrada.
Y se marchó.

TRES
Ella siguió por el mundo, buscando.
Por el mundo entero.
Una tarde, subiendo una cuesta, encontró a una gitana.
La gitana la miró y le dijo:
-El que buscas te espera en el banco de una plaza.
Ella recordó al hombre con los ojos de agua.
Al hombre que tenía las manos de seda.
Al de los pies de alas.
Y al que tenía la voz quebrada.
Y después se acordó de una plaza.
Y de un árbol con las flores de lilas.
Y de aquel hombre que, sentado a su sombra, la había visto pasar con una sonrisa.
Dio media vuelta y empezó a caminar sobre sus pasos.
Bajó la cuesta.
Y atravesó el mundo.
El mundo entero.
Llegó a su pueblo.
Cruzó la plaza.
Caminó hasta el árbol florecido de lilas.
Y le preguntó al hombre que estaba sentado a su sombra:
-¿Qué hacés aquí sentado bajo este árbol?
El hombre que estaba sentado en el banco de la plaza le dijo, con la voz quebrada.
-Te espero.
Después levanto la cabeza.
Y ella vio que tenía los ojos de agua.
Le acarició la cara.
Y ella supo que tenía las manos de seda.
La invitó a volar con él.
Y ella supo que tenía también los pies de alas.
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María Teresa Andruetto nació el 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral, provincia de Córdoba, Argentina. Es egresada de la carrera de Letras, de la Universidad Nacional de Córdoba. Ejerció paralelamente el periodismo y la docencia en el nivel medio y superior en diversas instituciones. Contribuyó a fundar y formó parte del equipo docente y ejecutivo del CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil), Córdoba, entre los años 1984 y 1995.
Entre 1986 y 1996 fue secretaria de redacción de la revista Piedra Libre, publicación especializada en literatura infanto-juvenil del CEDILIJ. Actualmente reside en Cabana, localidad de las sierras cordobesas.

martes, 13 de mayo de 2008

GORODISCHER, Angélica: Ayyyy



Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era su marido.
—¡Ayyy! —gritó ella—, ¡pero si vos estás muerto!
El sonrió, entró y cerró la puerta. Se la llevó al dormitorio mientras ella seguía gritando, la puso en la cama, le sacó la ropa e hicieron el amor. Una vez. Dos veces. Tres. Una semana entera, mañana, tarde y noche haciendo el amor divina, maravillosa, estupendamente.
Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era la vecina.
—¡Ayyy! —gritó la vecina—, ¡pero si vos estás muerta! —y se desmayó.
Ella se dio cuenta de que hacía una semana que no se levantaba de la cama para nada, ni para comer, ni para ir al baño. Se dio vuelta y allí estaba su marido, en la puerta del dormitorio:
—¿Vamos yendo, querida? —dijo y sonreía.
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Angélica Gorodischer
(Argentina)

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Angélica Gorodischer nació en Buenos Aires en 1929. Desde hace muchos años vive en Rosario, provincia de Santa Fe. Es una de las voces más originales de la narrativa argentina.
Gorodischer es conocida como escritora de ciencia ficción. Sin embargo, su labor no sólo se limita a la escritura, sino que ha desempeñado una activa difusión de la literatura escrita por mujeres latinoamericanas. Por su compromiso con los derechos humanos y la situación de las mujeres, ha recibido el premio Estebán Echeverría por trayectoria y el premio Dignidad por su trabajo en defensa de los derechos de la mujer.
En sus publicaciones más recientes, Gorosdicher explora temas que consituyen un alejamiento de la ciencia ficción. En Historia de mi madre (2004), la autora recupera su historia familiar y especialmente la rama materna. Escrita en un vaivén entre pasado y presente, Historia de mi madre sirve como testimonio de dos épocas definidas de Argentina y reflexiona sobre los roles de género en los años 40 y 50 y los últimos años del siglo veinte. En Tumba de jaguares (2005), los ejes argumentales giran en torno a la función de la escritura y el existir en tanto se es pensado por otros.

GALEANO, Eduardo: Celebración de la amistad 2



Juan Gelman me contó que una señora se había batido a paraguazos, en una avenida de París, contra toda una brigada de obreros municipales. Los obreros estaban cazando palomas cuando ella emergió de un increíble Ford a bigotes, un coche de museo, de aquellos que arrancaban a manivela; y blandiendo su paraguas, se lanzó al ataque.
A mandobles se abrió paso, y su paraguas justiciero rompió las redes donde las palomas habían sido atrapadas. Entonces, mientras las palomas huían en blanco alboroto, la señora la emprendió a paraguazos contra los obreros.
Los obreros no atinaron más que a protegerse, como pudieron, con los brazos, y balbuceaban protestas que ella no oía: más respeto, señora, haga el favor, estamos trabajando, son órdenes superiores, señora, por qué no le pega al alcalde, cálmese, señora, qué bicho la picó, se ha vuelto loca esta mujer...
Cuando a la indignada señora se le cansó el brazo, y se apoyó en una pared para tomar aliento, los obreros exigieron una explicación.
Después de un largo silencio, ella dijo:
—Mi hijo murió.
Los obreros dijeron que lo lamentaban mucho, pero que ellos no tenían la culpa. También dijeron que esa mañana había mucho que hacer, usted comprenda...
—Mi hijo murió —repitió ella.
Y los obreros: que sí, que sí, pero que ellos se estaban ganando el pan, que hay millones de palomas sueltas por todo París, que las jodidas palomas son la ruina de esta ciudad…
—Cretinos —los fulminó la señora.
Y lejos de los obreros, lejos de todo, dijo:
—Mi hijo murió y se convirtió en paloma.
Los obreros callaron y estuvieron un largo rato pensando. Y por fin, señalando a las palomas que andaban por los cielos y los tejados y las aceras, propusieron:
—Señora: ¿por qué no se lleva a su hijo y nos deja trabajar en paz?
Ella se enderezó el sombrero negro:
—¡Ah, no! ¡Eso sí que no!
Miró a través de los obreros, como si fueran de vidrio, y muy serenamente dijo:
—Yo no sé cuál de las palomas es mi hijo. Y si supiera, tampoco me lo llevaría. Porque, ¿qué derecho tengo yo a separarlo de sus amigos?

Uruguay, 1940/2015

sábado, 10 de mayo de 2008

DOLINA, Alejandro: Historia del que no podía olvidar


El ruso Salzman tuvo muchas novias. Y a decir verdad solía dejarlas al poco tiempo. Sin embargo jamás se olvidaba de ellas.
Todas las noches sus antiguos amores se le presentaban por turno en forma de pesadilla. Y Salzman lloraba por la ausencia de ellas.
La primera novia, la verdulera de Burzaco, la pelirroja de Villa Luro, la inglesa de La Lucila, la arquitecta de Palermo, la modista de Ciudadela.
Y también las novias que nunca tuvo: la que no lo quiso, la que vio una sola vez en el puerto, la que le vendió un par de zapatos, la que desapareció en un zaguán antes de cruzarse con él.
Después Salzman lloraba por las novias futuras que aún no habían llegado. Los hombres sabios no se burlaban del ruso pues comprendían que estaba poseído del más sagrado berretín cósmico: el hombre quería vivir todas las vidas y estaba condenado a transitar solamente por una.
Aprendan a soñar los que se contentan con sacar la lotería...

(Argentina, 1944)



jueves, 8 de mayo de 2008

DOLINA, Alejandro: La calle de las novias perdidas


Hay una calle en Flores en la que viven todas las novias abandonadas. Al atardecer salen a la vereda y miran ansiosas hacia las esquinas para ver si vuelven los novios que se fueron. A veces conversan entre ellas y rememoran viejos paseos al Rosedal. Por las noches se encierran a releer cartas viejas que guardan en cajitas primorosas o a mirar fotografías grises. Los domingos se ponen vestidos floreados y se pintan los labios. Algunas escriben diarios íntimos con letra prolija. Dicen que no es posible encontrar esa calle. Pero se sabe que algún día desembocará en la esquina el batallón de novios vencedores de la muerte para rescatar a las novias perdidas y llevarlas de paseo al Rosedal. Esto será dentro de mucho tiempo, cuando endulce sus cuerdas el pájaro cantor. Existen por ahí infinidad de personas confiables que juran que el amor es posible en todos los barrios. No habrá de discutirse semejante tesis. Pero el que quiera vivir pasiones locas, es mejor que no pierda el tiempo en rumbos equivocados. Una historia terrible está esperando en Flores.

Alejandro Dolina
(Argentina, 1944)



miércoles, 7 de mayo de 2008

GELMAN, Juan: Nota VII


ya no te quiero/furia/
no te quiero más/rabia
me desolás el corazón/
me volvés ciego el corazón

y yo necesito que
la claridad me bese como
amor donde amo mi acabar
como empezar/vení tristeza/

matame vos los muertos que
mochileo con toda el alma/
o terminalos de matar

ya que la gente sigue/como
paisaje o voz que no se calla/
gente que no termina más

Juan Gelman
(Argentina, 1930-2014)



martes, 6 de mayo de 2008

DOLINA, Alejandro: Balada del amor imposible


(fragmento de "Crónicas del Ángel Gris")

Los cronistas más serios del barrio del Ángel Gris coinciden en destacar la propensión de sus habitantes hacia los amores imposibles.
Así, mientras los jóvenes de otros barrios se enamoran de muchachas groseramente posibles, los hombres de Flores parecen condenados a amar —casi siempre en secreto— a mujeres que no serán para ellos.
Y en honor a esas damas, los Hombres Sensibles hacen lo que hacen.
Algunos emprenden desde chicos el estudio del violín, únicamente para aprender a tocar un vals en obsequio de su amada. No importa que ella no alcance jamás a oírlo. Ese no es el punto.
Otros indagan los secretos de la versificación y se sumergen en el dolor para lograr una poesía.
Piensan los Hombres Sensibles que siendo mejores merecerán ser amados. Y para la ética sentimental de este barrio, los mejores hombres son artistas, valientes, tristes o locos.
Existe una leyenda que dice: “Hay para cada hombre una mujer, una sola, que reúne todas las virtudes que ese hombre sueña. Su belleza está hecha para deslumbrar a ese hombre. Su voz ha sido creada para seducirlo. Su inteligencia, para suscitarle ideas amables. Su ternura, para hacerle dulce el diario sufrimiento. Esa mujer existe y anda por esas calles. Pero el destino ha decidido que nunca jamás se crucen los caminos de ningún hombre con la mujer que para él ha sido concebida”.
Dijo Manuel Mandeb en sus “Memorias”: “No hay mejor amor que el que nunca ha sido. Los romances que alcanzan a completarse conducen inevitablemente al desengaño, al encono o a la paciencia; los amores incompletos son siempre capullo, son siempre pasión”.
Por eso, señores, si acaso atesoran ustedes uno de estos metejones locos, a no arrepentirse. Sigan soñando y esperando lo imposible. Aunque sepamos que nuestras ilusiones no habrán de cumplirse nunca, sigamos acariciándolas.

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Alejandro Dolina

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Escritor argentino nacido en Caseros el 20 de Mayo de 1949. Desde hace ya varios años tiene un programa de Radio ("La venganza será terrible"), que tiene un gran éxito sobre todo en el público joven. El Programa se inició en Radio el Mundo con el título "Demasiado tarde para lágrimas", con el mismo título años más tarde se trasladó a Radio Rivadavia, para finalmente estar hasta hoy en Continental con este exitosísimo programa (quizás el más exitoso de la radiodifusión argentina), que se emite diariamente entre las 0:00 y las 2:00 de la madrugada. En 1987 escribió el libro "Crónicas del Ángel Gris". En 1996 decide renovarlo, cambiando de editorial , y agregando nuevos capítulos , suprimiendo otros, y reformando algunos. Las ilustraciones de la vieja edición estaban a cargo de Carlos Nine, y el de lanueva versión, por el dibujante uruguayo Hermenegildo Sábat.Un importante anhelo del "Negro Dolina"era grabar un disco hasta que en 1995 empezó a Grabar "Lo que me costó el amor de Laura", algo que el caratuló como "opereta criolla".

viernes, 2 de mayo de 2008

MEDINA, Enrique: Barrio latino


Con los pelos desparramados finiquitaba la peruana cada vez que su chileno y tullido marido la fajaba. Un día cargó sus petates y con los dos chicos huyó a lo de su amiga boliviana en busca de refugio. Y se hizo costumbre: chileno faja, peruana escapa, boliviana protege. Sin pizca de rubor, el barrio opinaba recurriendo al psicoanálisis: “Típico caso de sometimiento”, afirmaba el vendedor de flores. “Dependencia erótica”, argumentaba el panadero, separando las palmas a una distancia respetable. “Pérdida de identidad”, aseveraba Doña Clota. Todo bien. La buena boliviana, abandonada y con un crío y una cría, la recibía en la casa, también abandonada, pero convenientemente ocupada por decenas de hermanos latinoamericanos. Juntas la pasaban chiche-bomba, bailando el fin de semana en el boliche del Abasto. Del mismo modo lo pasaban los chicos en las calles, jugando y pidiendo a los turistas que se fotografiaban junto al monumento a Gardel. El lunes, la peruana extrañaba y le imploraba a su amiga que intercediera para volver con su peor-es-nada. Comedida, la boliviana le encargaba la esquina donde desplegaba un plástico en la vereda para exhibir bombachas, corpiños, toda esa mercadería de la que vivía, y rumbeaba a lo del duro chileno, que de haber nacido en mejor cuna hubiera sido uno de los cinco mejores dégustateur del mundo. La boliviana, más tarde o más temprano, retornaba con el semblante laxo y con el perdón obtenido. Y colorín-colorado, la peruana volvía al nido conyugal hasta la próxima paliza. La primera vez que entró a la comisaría fue cuando el marido le partió la cabeza con la muleta. No le tomaron la denuncia, pero le dieron una curita. Ella se fue contenta. “Había recibido una muestra de afecto”, según Doña Clota. El panadero destacó la puntería del chileno, mérito que cabe si se tiene en cuenta que además de cojo se estaba quedando ciego, el pobre. Nada hacía pensar que la monotonía pudiera quebrarse.
Pero como en los cuentos siempre hay un “pero”, ese “pero” llegó.
Llegó por decisión del chileno que, o no conforme con su destino, o vaya a saberse qué bicho le había picado, cagándose en las interpretaciones psicoanalíticas que el barrio haría, se ahorcó con el alambre que descargaba el tanque de agua de la letrina. Frente al comisario, la peruana lloraba y se culpaba por no haber comprendido al marido. Lloró y gritó hasta que lo metieron en el ataúd; ahí aprovechó para llenarlo con ropa de él y viejas fotos del casamiento. En medio de las piernas le colocó los CDs cumbancheros con los que se relajaban cuando estaban de buenas. Entre las manos le puso unas cartas de despedida garabateadas por los hijos, ella agregó la suya. No dejó de hablarle y besarlo hasta que lo enterraron, y a otra cosa mariposa.
Hasta aquí el cuentito, en pretérito. El remate, en presente.
Ululando su bocina llega el patrullero. La peruana, con el cuchillo ensangrentado en la mano, se encierra con los hijos. A través de la puerta, el comisario intenta una conciliación mientras en la ambulancia cargan todavía viva a la boliviana, a pesar de la sangre que brota de los mil puntazos. Alterada y consintiendo el diálogo, la peruana llora y se justifica porque su boliviana amiga, pensando que lo pasado-pisado no le afectaría, le confesó que cada vez que iba a mediarle con su chileno marido lograba hacer las paces metiéndosele en la cama, y le gustó el chileno, y por eso era que él la echaba revoleando la muleta como ventilador de techo, era para que lo visitara la boliviana, y además él le había pedido que lo acompañara a Chile y como la boliviana no quiso, seguramente por eso se ahorcó, el pobre, de tristeza. El comisario le ruega que deje salir a los chicos, y se entregue porque la víctima aún vive y todo se puede arreglar. Ella jura que se degollará. Llega el camión de exteriores de Crónica TV, el movilero salta con el micrófono y, ya partiendo la ambulancia, le pregunta a la boliviana qué pasó. Ella se niega a responder y muere. El comisario le dice a la peruana que llegó la televisión y puede hacer su descargo. La peruana se arregla el pelo, sale y se la llevan. Insatisfecho con la información, el movilero encaja el micrófono en la boca de Doña Clota para que escriba el final de la historia. En realidad, aclara ella, la peruana no tenía celos del chileno sino de la boliviana, ellas estaban unidas sentimentalmente, ¿se entiende? Así que... el chileno..., ¿se suicidó...?, ¿fue ahorcado...?, ¿o lo ahorcaron...?

Enrique Medina
(Argentina, 1937)

.

El escritor argentino Enrique Medina, nació en Buenos Aires el 26 de diciembre de 1937.
En 1972 publica su primera novela: Las Tumbas. La repercusión de crítica y público es impresionante. Desde 1973 en que el gobierno de turno secuestra su novela “Sólo Ángeles” ( junto a “The Buenos Aires Affair” de Manuel Puig), y hasta el fin de la tiranía en 1983, Enrique Medina es constantemente prohibido y perseguido por su literatura cuestionadora y frontal, siempre lejos del acartonamiento burocrático de la cultura oficial.Lleva publicados 23 libros: 7 de relatos, 1 de ensayos, 1 de teatro infantil, y 14 novelas. Su obra ha sido traducida parcialmente al portugués, inglés, francés, húngaro, polaco y yugoslavo. Figura en antologías nacionales e internacionales.
Algunas de sus novelas y cuentos fueron llevados al cine y al teatro.
En la actualidad es columnista en la contratapa del diario “Página 12" de Buenos Aires, y dirige su Taller de Literatura.

martes, 29 de abril de 2008

BLAISTEN, Isidoro: La balada del boludo



Por mirar el otoño
perdía el tren del verano,
usaba el corazón en la corbata,
se subía a una nube,
cuando todos bajaban.

Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo,
no mires la lluvia desde arriba,
no camines las calles con la cara
que ensucias la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia,
que se moja;
no des la espalda al llanto;
no vayas vestido de ventana;
no compres ningún tílburi en desuso.

Mirá tu primo, el recto,
que duerme por las noches.
Mirá tu tío, el justo,
que almuerza y se sonríe.
Mirá tu primo, el probo,
puso un banco en el cielo.
Tu cuñado, el astuto,
que ahora alquila la lluvia.
Tu otro primo, el sagaz,
que es gerente en la luna.

Tienes razón, mamá,
dijo el boludo.
Y se bebió una rosa.
No seré más boludo.
Y se bajó del viento.
Seré astuto y zahorí.
Y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte.
Y quedaron las gaviotas en el río.

Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
-Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo.
Y quemaba en las plazas
las hojas que molestan en otoño.
Y llegó fin de mes,
cobró su primer sueldo
y se compró cinco minutos de boludo.

Entonces vinieron las fuerzas vivas
y le dijeron:
-Has vuelto a ser boludo, boludo.
-Seguirás siendo siempre el mismo boludo.
-Seguirás siendo el mismo boludo siempre.
-Seguirás siendo un boludo siempre.

-Debes dejar de ser boludo, boludo.
Y, medio boludo,
con esos cinco minutos de boludo,
dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Y subió las escaleras para abajo,
hizo un hoyo en la tierra,
miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza,
le gritaba: ¡boludo!
Y él seguía mirando a través de los zapatos.

Entonces
vino un alegre y le dijo: Boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: Reverendo boludo.
Vino un cura católico y le dijo: Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: Hijo, no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo:
Te quiero.


.
ISIDORO BLAISTEN nació en 1933, en Concordia, se radicó en Buenos Aires y pronto asumió los rasgos de un porteño incorregible.
Su calidad literaria y su capacidad para la reflexión fueron reconocidas por autores de prestigio internacional, como el novelista chileno José Donoso, quien lo definió como uno de los más importantes narradores argentinos de su tiempo.
Era miembro de número de la Academia Argentina de Letras. Sus obras fueron traducidas al alemán, al inglés y al francés. Entre otros reconocimientos, obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Cultivaba con maestría el género del cuento, en el que se destacaba por el tratamiento del lenguaje y su brillante creatividad. Tenía el oficio de narrar la realidad, muchas veces con buen humor, siempre con profundidad.
Hombre de extrema sensibilidad, modesto y afable, veía el mundo con los ojos de la poesía. No ocultaba su melancolía cuando le tocaba reflexionar sobre la realidad del país. Su compromiso con el pensamiento y la libertad de expresión lo llevó a vivir situaciones ingratas. Fiel a sus convicciones, no lo atemorizaban las amenazas que recibió por su origen judío.
Falleció a los 71 años (28/08/2004), víctima de una afección pulmonar.

jueves, 17 de abril de 2008

GALEANO, Eduardo: Los nadies


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Eduardo Galeano
Uruguay, 1940

.

Eduardo Hughes Galeano nació en Montevideo, Uruguay, en 1940. A la temprana edad de catorce años entró al periodismo, publicando dibujos que firmaba con el seudónimo de Gius, para evitar la dificultosa pronunciación en español de su primer apellido (Hughes). Tiempo después, empezó a publicar artículos ya con su apellido materno "Galeano". Pero no solo fue dibujante y escritor, también fue mensajero y dibujante, peón en una fábrica de insecticidas, cobrador, taquígrafo, cajero de banco, diagramador, editor y peregrino por los caminos de América.
Mientras estuvo en Montevideo dirigió un diario y algunos periódicos, sucesivamente clausurados por el superior gobierno a los acreedores. Fue jefe de redacción del semanario "Marcha" y director del diario Época. Vivió exiliado en Argentina y España. A principios de 1985, regresó a Uruguay.
Durante su estancia en la ciudad de Buenos Aires, fundó y dirigió la revista "Crisis".
Es autor de varios libros, traducidos a más de veinte lenguas y de una profusa obra periodística.

miércoles, 16 de abril de 2008

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel: Un día de estos

El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.
Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.
-Papá.
-¿Qué?
-Dice el alcalde que si le sacas una muela.
-Dile que no estoy aquí.
Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
-Dice que sí estás porque te está oyendo.
El dentista siguió examinando el diente. Solo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
-Mejor.
Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.
-Papá.
-¿Qué?
Aún no había cambiado de expresión.
-Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.
Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
-Bueno -dijo-. Dile que venga a pegármelo.
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
-Siéntese.
-Buenos días -dijo el alcalde.
-Buenos -dijo el dentista.
Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.
Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.
-Tiene que ser sin anestesia -dijo.
-¿Por qué?
-Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
-Está bien -dijo, y trató de sonreír.
El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista solo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
-Séquese las lágrimas -dijo.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal”. El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
-Me pasa la cuenta -dijo.
-¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.
-Es la misma vaina.

(Colombia, 1927/2014)




martes, 15 de abril de 2008

MASLÍAH, Leo: Imaginate m´hijo


Cuando tu infancia se desvanezca, cuando tu cuerpo crezca.
Cuando al hablar de modo indebido te sientas atrevido.
Cuando te estés independizando, cuando estés trabajando.
Cuando por no estar muy bien vestido te sientas inhibido.
Imaginate, m´hijo, imaginate...

Cuando admires bolsillos ajenos, cuando te sientas menos.
Cuando abusen de ti un día, cuando te estén utilizando.
Cuando un día llegués a entusiasmarte, cuando estés por casarte.
Cuando en alguna casa de citas te reventés la guita.
Imaginate, m´hijo, imaginate…

Cuando en tus labios se imprima un tango, cuando estés sin un mango.
Cuando al no poder comprarte un saco, soñés con un atraco.
Cuando arrugue tu voz el tabaco, cuando te pongas flaco.
Cuando en la cama con un Mafalda, ella te dé la espalda.
Imaginate, m´hijo, imaginate…

Cuando el aguinaldo hayas cobrado, cuando estés embalado.
Cuando hagas horas extras de noche para comprarte un coche.
Cuando de luchar estés cansado, cuando te hayas gastado.
Cuando tus sueños se hagan pedazos y te duelan los brazos.
Imaginate, m´hijo, imaginate...

Cuando tu mirada se humedezca, cuando algo en ti perezca.
Cuando te sumerjas en los vasos y llores tus fracasos.
Cuando algún día estés recordando, cuando estés meditando.
Cuando una vez digas a tu hijo: “Imaginate, m´hijo...”
Imaginate, m´hijo, imaginate…

LEO MASLÍAH
(Uruguay, 1954)


Leo Maslíah (* Montevideo, 26 de julio de 1954), humorista, músico y escritor uruguayo. Cuenta con más de 30 discos editados en Uruguay, Argentina y Chile, y casi tantos libros, más 10 obras de teatro estrenadas. Sus obras, tanto las musicales como las literarias, suelen ir acompañadas de un estilo humorístico en el cual recurre a lo absurdo como elemento lúdico.

viernes, 11 de abril de 2008

NERUDA, Pablo: La casa de las odas


Escribiendo
estas
odas
en este
año mil
novecientos
cincuenta y cinco,
desplegando y tañendo
mi lira obligatoria y rumorosa,
sé lo que soy
y adónde va mi canto.

Comprendo
que el comprador de mitos
y misterios
entre
en mi casa de odas,
hecha
con adobe y madera,
y odie
los utensilios,
los retratos
de padre y madre y patria
en las paredes,
la sencillez
del pan
y del salero.
Pero es así la casa de mis odas.

Yo destroné la negra monarquía,
la cabellera inútil de los sueños,
pisé la cola
del reptil mental,
y dispuse las cosas
—agua y fuego—
de acuerdo con el hombre y con la tierra.
Quiero que todo
tenga
empuñadura,
que todo sea
taza o herramienta.
Quiero que por la puerta de mis odas
entre la gente a la ferretería.

Yo trabajo
cortando
tablas frescas,
acumulando miel
en las barricas,
disponiendo
herraduras, arneses,
tenedores:
que entre aquí todo el mundo,
que pregunte,
que pida lo que quiera.

Yo soy del Sur, chileno,
navegante
que volvió
de los mares.

No me quedé en las islas,
coronado.

No me quedé sentado
en ningún sueño.

Regresé a trabajar sencillamente
con todos los demás
y para todos.

Para que todos vivan
en ella
hago mi casa
con odas
transparentes.

(Chile, 1904/1973)



jueves, 10 de abril de 2008

QUEVEDO, Francisco de: Poderoso caballero es don Dinero


Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Es Galán y es como un oro,
tiene quebrado el color;
persona de gran valor
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
pues que en las venas de Oriente
todas las sangres son reales.
Y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.

¿Más a quién no maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos lo guardan de gatos;
y, pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.

Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos
no pierde su autoridad.
Porque pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues les hace bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
y hace proprio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Francisco de Quevedo
(España, 1580/1645)



martes, 8 de abril de 2008

PARRA, Nicanor: Coplas del vino





Nervioso, pero sin duelo
a toda la concurrencia
por la mala voz suplico
perdón y condescendencia.

Con mi cara de ataúd
y mis mariposas viejas
yo también me hago presente
en esta solemne fiesta.

¿Hay algo, pregunto yo
más noble que una botella
de vino bien conversado
entre dos almas gemelas?

El vino tiene un poder
que admira y que desconcierta
transmuta la nieve en fuego
y al fuego lo vuelve piedra.

El vino es todo, es el mar
las botas de veinte leguas
la alfombra mágica, el sol
el loro de siete lenguas.

Algunos toman por sed
otros por olvidar deudas
y yo por ver lagartijas
y sapos en las estrellas.

El hombre que no se bebe
su copa sanguinolenta
no puede ser, creo yo
cristiano de buena cepa.

El vino puede tomarse
en lata, cristal o greda
pero es mejor en copihue
en fucsia o en azucena.

El pobre toma su trago
para compensar las deudas
que no se pueden pagar
con lágrimas ni con huelgas.

Si me dieran a elegir
entre diamantes y perlas
yo elegiría un racimo
de uvas blancas y negras.

El ciego con una copa
ve chispas y ve centellas
y el cojo de nacimiento
se pone a bailar la cueca.

El vino cuando se bebe
con inspiración sincera
solo puede compararse
al beso de una doncella.

Por todo lo cual levanto
mi copa al sol de la noche
y bebo el vino sagrado
que hermana los corazones.

.
Nicanor Parra (Chile, 1914). Poeta chileno que se destaca por su "antipoesía", en la que usa un lenguaje más coloquial que retórico. Profesor de Matemáticas y Física. Vivió en Chile, Inglaterra y Estados Unidos. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1959. Contemporáneo de Pablo Neruda y Vicente Huidobro. Sus principales obras son: Cancionero sin nombre (1937), Poema y antipoemas (1954), La cueca larga (1958), Versos de salón (1962), Canciones rusas (1967), Obra gruesa (1969), Artefactos (1972), Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979), Chistes para desorientar a la policía (1983), Coplas de Navidad (1983), Poesía política (1983) y Hojas de Parra (1985).
Falleció en su país natal el 23 de enero de 2018.
.

“Robando flores a la luz de la luna
pido perdón a diestra y siniestra
pero no me declaro culpable”

domingo, 6 de abril de 2008

PALERMO, Miguel Ángel: Ester Quísima


Nació en La Firmeza (Santiago del Estero). Algo después, su familia se mudó a una estancia en Buenos Aires. No fue fácil. Estercita, de cuatro años, se empacó en no subir a la diligencia que los llevaría. Quería ir arriba, con el conductor. Fue inútil explicarle que era incómodo, prometerle alfajores, decirle que se podía caer, que el cochero —harto— le jurara que si no hacía caso iban a tener que ir todos a pie. Ella se agarró a una rueda y no largaba. Hubo que sacar la rueda y meterla con chica y todo en el coche. El viaje fue incómodo, pero ella no se soltó ni cuando —a medio camino— un barquinazo abrió la puerta y Ester salió rodando, prendida a la rueda. Así llegó a la próxima posta, diez minutos antes que la diligencia. Cuando la alcanzaron, dijo: “¿Vieron? Es mejor viajar afuera”.
Por fin, la familia se instaló en el campo bonaerense, donde Estercita tuvo una mascota inseparable: la mula Cabezona, a la que nadie usaba porque jamás caminaba con carga o con gente montada.
Ester creció y se enamoró de un joven vasco, Miguel Empecinagorri. El muchacho ni la miraba, pero ella insistió e insistió. Después de siete años de “Que sí, que no”, eran novios, y después de otros diez años de “Que sí, que no”, se casaron, y abrieron la pulpería “La Porfía”, junto a la frontera con los indios.
Allí llegó un día, para comerciar, el cacique mapuche Regateo Grande. Traía diez ponchos, veinte manojos de plumas de ñandú y veinticinco pares de boleadoras, y a cambio quería dieciocho bolsas de azúcar, veintiún barriles de yerba y un mate con la inscripción “Recuerdo de Tandil” que vio en la mesa. Ester le ofreció cinco calzoncillos largos marca “Chau frío”, tres bolsas de maní tostado y medio lechón adobado. Él quiso más. Ella dijo: “Eso o nada”. Pasaron tantos días de tira y afloje, que cien guerreros mapuches fueron a buscar a su jefe, creyendo que había caído prisionero. Alarmados, aparecieron los soldados del fortín. En el patio y el interior de la pulpería se desató una furiosa batalla. Ester Quísima no quiso irse. “Es mi casa y de aquí no me muevo”, decía… La encontraron los vecinos, muy malherida después de estar en medio de la pelea. “¡Qué pena! —dijeron— Con suerte tiene minutos de vida”. Ella contestó: “Yo estoy bien”.
Murió sesenta años después, en Buenos Aires, por no querer apurarse a cruzar la calle cuando venía un tranvía.

Miguel Ángel Palermo


Miguel Ángel Palermo nació en Buenos Aires, Argentina, en el barrio de San Telmo, el 20 de noviembre de 1948.
Es Licenciado en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional de Buenos Aires, especializado en Etnohistoria. Fue docente en la Universidad de Buenos Aires e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Escribió numerosos trabajos sobre la vida de las comunidades aborígenes y la conquista de América.
Ocupó diversos cargos en editoriales: fue Secretario de Redacción y Director Editorial de la colección "Fauna Argentina" en el Centro Editor de América Latina, y Editor de Proyectos Especiales (colecciones "Gente Americana" y "El héroe de las mil caras") en AZ Editora; también se desempeñó como Jefe de Redacción de la revista AZ diez.
Es autor de numerosos artículos de divulgación científica para chicos y jóvenes y publicaciones en el ámbito académico.

jueves, 3 de abril de 2008

OLMEDO, Pablo: Mi casa

Cuando tenía ocho años fui desafiado por mi maestra para describir ante mis compañeros, como era mi casa: "Bueno, para entrar en mi casa es requisito indispensable el tener alas, porque la única entrada es por el gran ventanal que da al primer piso a la calle. La salida, en cambio, es por una puerta común y corriente, pues el living es demasiado angosto y no hay lugar para tomar el envión necesario que se requiere para el más modesto de los despegues. Tenemos también una mesa mágica..."A esa altura de mi exposición desaparecí del aula siguiendo a mi oreja izquierda que había quedado atrapada entre el índice y el pulgar de la tierna mano de la señorita Dora. "Repítaselo ahora al Padre Rector". Coloqué mis orejas a una misma altura, me alineé un poco y satisfice de inmediato el pedido. "Bueno, para entrar en mi casa es requisito indispensable el tener alas..."
Tanto gustó mi sencilla descripción que tuve que repetirla frente a la psicopedagoga, a tres monjas, al jefe de la cooperadora, al consejero escolar, al cura Antonio y hasta a un policía que por ahí pasaba.
Y todos coincidieron en que debían acompañarme hasta mi casa, seguro que para conocerla, y además porque querían hablar personalmente de no se qué cosa con papá.
Pero los pobres se tuvieron que conformar con dialogar a gritos desde la vereda, porque para entrar en mi casa es requisito indispensable el tener alas...y por supuesto, ninguno de ellos tenía unas.
(en Revista “Puro cuento”, nº 14)

PABLO OLMEDO
Pablo Olmedo, brevemente, se "autobiografió" para nosotros (ver su comentario): "Tengo algo más de 40 años, actualmente trabajo como guionista para 4 Cabezas, tengo una buena vida, dos hijas, soy feliz, sobreviví a muchas cosas y hoy me dedico a vivir. Vivo en San isidro y me gusta andar en bicicleta al lado del río escuchando a Sabina, a Calamaro y a los Ramones. Mi mail: pablofilmico@yahoo.com.ar. Gracias por repartir mi cuento cuando lo escribi tenía 22 años y sigo igual.

Su página web: