Rosario, septiembre de 1979.
Te escribo, amigo mío, para contarte
que aunque los años pesan, como gigantes,
tanta agua bajo el puente no me ha cambiado,
sigo siendo la misma persona de antes.
No me olvido del mundo que imaginamos
en los años aquellos de adolescencia,
ya no existe esa flor que se abriera antaño
pero guardo el perfume en mi conciencia.
Quiero contarte, amigo, que aún ahora,
me duele como propio el dolor ajeno.
Y si algunas arrugas lleva mi cara
no se arrugó mi alma y eso es lo bueno.
Sigo amando la música y a Neruda,
el fútbol y las noches de cara al cielo.
No te voy a negar que he ganado mañas
ni te voy a decir que no pierdo el pelo.
Mas no es cierto que el tiempo nos cambia el rumbo,
esa es la vieja excusa del derrotado.
La baraja se gasta, nadie lo niega,
pero conserva siempre los cuatro palos.
A lo mejor te sirve saber que somos dos
que tiran del carro mano con mano;
siempre es bueno sentir que no estamos solos
en un mundo perdido y a contramano.
Perdoname la lata, la moralina
y el tonito zumbón de este catecismo,
pero estoy festejando con un amigo
la pequeña victoria de ser el mismo.
Te mando un gran abrazo y espero carta,
ya que la suerte quiso que estés lejano.
Yo sigo siendo el mismo de aquellos tiempos
y me sigo acordando de vos, hermano.
Letra: Juan Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
2 comentarios:
No dejar que el alma se arrugue.
Seguir siendo desde el alma.
Besos.
ES LO QUE SIEMPRE DIGO...LA VIDA PUEDE CAMBIARNOS MUCHAS COSAS...EXCEPTO LA ESCENCIA...
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