Cuando el catedrático doctor Lastra tomó la palabra, esta le zampó un mordisco de los que dejan la mano hecha moco. Al igual que más de cuatro, el doctor Lastra no sabía que para tomar la palabra hay que estar bien seguro de sujetarla por la piel del pescuezo sí, por ejemplo, se trata de la palabra ola, pero que a queja hay que tomarla por las patas, mientras que asa exige pasar delicadamente los dedos por debajo como cuando se blande una tostada antes de untarle la manteca con vivaz ajetreo.
¿Qué diremos de ajetreo? Que se requieren las dos manos, una por arriba y otra por abajo, como quien sostiene a un bebé de pocos días, a fin de evitar las vehementes sacudidas a que ambos son proclives. ¿Y proclive, ya que estamos? Se la agarra por arriba como a un rabanito, pero con los dedos porque es pesadísima. ¿Y pesadísima? De abajo, como quien agarra una matraca. ¿Y matraca? Por arriba, como una balanza de feria. Yo creo que ahora usted puede seguir, doctor Lastra.
Escritor argentino nacido en Bruselas (Bélgica) en 1914 y fallecido en París (Francia) en 1984.
1 comentario:
Sensacional!!! Una bella manera de jugar con las palabras. Gracias.
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