La
señora Raquel Diez Rodríguez de Albornoz, grande y veterana amiga mía, publicó
en su sección “Oral y Escrito”, un jugoso comentario acerca del término
“boludo” y sus derivados, evidenciando una vez su sapiencia lingüística, su
valentía para encarar tabúes de otrora con la altura y amenidad que
caracterizan a su estilo periodístico, que hacen fácil lo difícil e instruyen
con una sonrisa.
Como
este tema siempre me interesó quiero aportar algo para su enriquecimiento. En
mi libro “Divagaciones, semblanzas y otras yerbas” agarro el toro por las
guampas de la siguiente manera:
“La palabra boludo,
con su femenino, plurales y derivados se ha transformado en una muletilla. Ha
llegado a hacerse tan usual y familiar que ha perdido gran parte de su carácter
ofensivo original para transformarse en un lugar común, un adjetivo pintoresco
que identifica a los argentinos tanto como el che.
“Pero aclaremos:
cuando se lo utiliza de una manera enfática es para agredir, especialmente si va acompañado con el típico ademán
característico e inconfundible que lo identifica, adquiriendo su real dimensión
significativa. Este uso regional y habitual seguramente llevará a que se lo
acepte en un futuro próximo en la normativa porque expresa con propiedad un
sentimiento típicamente nuestro.
“Como podemos
apreciar a continuación, no cualquiera lo es; ni hace boludeces. Requiere
ciertos requisitos. Ante todo pongámonos de acuerdo acerca de qué entendemos
por boludo, intentando una identificación precisa. Un boludo es un espécimen
típicamente argentino. No es un tonto ni un estúpido ni un ido ni un abombado
ni un zonzo ni un opa ni un oligofrénico ni un mentecato (que es un tonto de
capirote de la presunta Madre Patria ¡o Matria!).
“Un boludo es una persona
aparentemente normal, vale decir, como todo el mundo, pero desubicado en el
tiempo y en el espacio; un inoportuno, que habla cuando no tiene que hablar y
que no sabe, no puede o no quiere defender las cosas que valen la pena, y un
indiscreto que cuenta cosas que debería reservar dando imprudentemente
argumentos y armas a quien lo puede joder.
“La boludez no tiene
prácticamente solución. Se nace, vive y muere boludo. Y lo peor que puede hacer
es tratar de avivarse, porque no hay nada más peligroso, destructivo y
desagradable que un boludo que se supone avivado. Recientes estudio de
ingeniería genética han demostrado fehacientemente que es una enfermedad
genética, frecuentemente hereditaria, lo que ya se sospechaba, puesto que
existen familias de boludos.
“Se descubrió que un
par de cromosomas, en lugar de ser XX eran robustos cuerpos ovoides, encerrados
en un saco piriforme, más bien escrotoide porque tenía más forma de escroto que
de pera. No cualquiera es un boludo integral. Además del gen característico
tiene que hacer méritos, ser un perfecto “catrasca” como el pato criollo
(cagada tras cagada). Reunidos en comunidad hasta podrían organizarse
corporativamente, tener su obra social, su caja mutual y aplaudir a los
gobernantes de turno, como lo hace algún centro de jubilados masoquistas y
alguna central obrera. Sería cuestión de pensarlo”.
Por
ALBERTO NIEL
(Diario “El Litoral”,
Santa Fe, sábado 2 de mayo de 1998)
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