El hombre llegó a la casa de un solo grito: «¡Ayúdame a salvar a los niños, mujer!». Venía cubierto de polvo, lloroso, lastimado. Ella llamó a los vecinos y todos corrieron a la mina. Entraron por los huecos que había dejado el derrumbe. Con movimientos sigilosos para no provocar nuevos desprendimientos los fueron sacando. Eran siete los obreros que trabajaban esa mañana, y los tres muchachos que ayudaban al padre.
Cuando la mujer pudo abrazar a los hijos, suspiró agradecida y recién entonces tomó conciencia de que su hombre no estaba con ellos. Y que, además, no estaba con quienes habían movido las piedras muertas de la mina. Lo llamó, preguntó por él. Los demás mineros y sus mujeres la rodearon. Recién por la tarde, con una excavadora pudieron acceder al lugar donde yacía.
—¡No puede ser! Él vino a avisarme, vecinos, ¡ustedes lo vieron!
—¿Nosotros? —murmuraron. Después, se anclaron al silencio. Solo se atrevieron a hablar, nuevamente, en la oscura intimidad. Porque ellos también lo habían visto.
(Argentina, 1952)
María Cristina Ramos nació en San Rafael, Mendoza, en 1952. Reside en Neuquén y es maestra normal, profesora de literatura, guía de talleres literarios, narradora y poeta.
Texto extraído de «Leer la Argentina» (Nº 4 - Patagonia. Río Negro, Chubut, Neuquén, Santa Cruz, Tierra del Fuego). Fundación Mempo Giardinelli / Ministerio de Educaciuón, Ciencia y Tecnología de la Nación), 2004.
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