El amor
es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera
nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras
noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres
devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces.
El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como
al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se
puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia;
tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al
conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima
capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles
brebajes con garantía y todo.
1 comentario:
Amo a Galeano! Y este texto es hermoso, es de un libro que me encanta.
Un placer visitar tu mundo. Te espero en Siempre amé tu locura, y te invito a conocer mi nuevo blog sobre música, Comfort y música para volar.
Un abrazo
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